viernes, 29 de junio de 2018

Plotina y Marciana: el uso de la imagen femenina en la política moral de Trajano


A partir de Augusto el establecimiento de un nuevo orden en la sociedad romana implicó que no sólo el princeps, si no la totalidad de su familia, incluidos tanto hombres como mujeres, tuviesen un gran protagonismo político. Era preciso, por tanto, otorgar algún papel a sus parientes femeninos, puesto que de forma inevitable se habían convertido también en personajes públicos -fundamentales además en los juegos sucesorios- pero sin que ello implicara cambiar el modelo de sociedad romana y la posición natural de la mujer dentro de la misma. Sus actuaciones privadas y domésticas debían, en consecuencia, responder a la perfección al llamado mos maiorum o “costumbre de los ancestros”, a la política moral del emperador de turno, y serían utilizadas, dada su gran transcendencia pública, como ejemplo a seguir en la época, en especial en la población femenina, y vehículo de transmisión de la importancia ética de la domus imperial y su ideología. La conducta de las mujeres imperiales, por consiguiente, debía ser -o por lo menos debía aparentar serlo- el que se esperaba de cualquier otra mujer romana: cuidar la casa, en ese caso la Augusta, aquella que regía los destinos del Imperio; ser fiel al esposo y tener hijos; no entrometerse en sus asuntos privados, salvo como simples consejeras del princeps, y nunca sobrepasar los espacios domésticos y privados.
Ante una dinastía como la Antonina que es considerada, con suma razón, en la historiografía antigua y moderna como una época de estabilidad, cohesión e integración, esta imagen de la familia imperial en armonía, sin conflictos familiares, sin intromisiones por parte de las mujeres en los roles masculinos, y dotadas de todas y cada una de las mejores virtudes tradicionales, sería necesaria para su propagación ideológica tanto en Roma como en las provincias como elemento, en cierta medida, legitimador de la dinastía al contraponerlo con los excesos de imperatores anteriores y sus esposas, que historiadores contemporáneos al inicio de la dinastía, como Tácito y Suetonio, se esforzaban en difundir a través de sus obras.
Aquel prototipo de familia imperial tenía que ser pues un referente en los ambiguos espacios de lo privado y lo público y erigirse como claro símbolo del retorno a una época gloriosa, gracias al respeto a las tradiciones y al buen hacer de Trajano y de sus sucesores. Expresaba la excelente salud y continuidad de la sociedad y la moral romanas en su conjunto tras los años de trastornos morales y desordenes políticos de Domiciano e incluso de los Julio-Claudios. La posterior divinización de las mujeres imperiales que habían servido como modelo de ese retorno a los ideales del pasado, que sin duda había provocado el esplendor del presente, no hacía mas que corroborar la idoneidad y utilidad de su comportamiento y la necesidad, para el conjunto de la población femenina, de tomarlas como ejemplo a fin de garantizar al fortaleza, permanencia y gloria del Estado y la cultura romanas. Para alcanzar este objetivo, sus imágenes, tanto reales como simbólicas, debían propagarse por todas las provincias del Imperio a través de los diversos modos de expresión artísticos y literarios al alcance del emperador.

Sus imágenes públicas servían pues para proyectar mensajes sobre la naturaleza e ideales del gobiernos y sus diferentes dirigentes, puesto que el propósito normal al honrar a cualquier mujer de la familia imperial no era únicamente el uso de su imagen con carácter ejemplarizante, sino también exaltar a los hombres de quienes ellas eran madres, hermanas, o esposas. La acuñación de monedas en el Imperio demuestra claramente que las mujeres de la familia del César eran vistas como poco más que sus apéndices, igual que el resto de mujeres romanas eran concebidas como extensiones de sus parientes masculinos.
Así en el reverso de una moneda imperial, la mujer imperial solía ser representada como una personificación de un atributo del emperador, o del aspecto que más quería destacar de su gobierno, tales como Concordia, Iustitia, Pax, Securitas, Fortuna... Debido a que estas cualidades abstractas eran designadas en latín a través de nombres femeninos y eran honradas como diosas femeninas, las mujeres imperiales pudieron personificarlas. Destaca, principalmente, su identificación con la diosa Ceres, cuyas características de fertilidad y de crianza los emperadores querían inculcar en todas las mujeres de acuerdo con la política oficial de aumentar la tasa de nacimiento; y con Vesta, deidad del hogar que debía constituir el entorno vital de la mujer como guardiana y protectora del mismo; así como con todas las tradicionales virtudes femeninas romanas: Pietas, que indicaba su total lealtad a la religión romana y al orden social establecido, deidad que se asocia tras su muerte con Matidia la Mayor, sobrina de Trajano, en numerosas acuñaciones; Fides, que denotaría su fidelidad a un único hombre incluso tras su fallecimiento, tal como observamos a Plotina en varias monedas; y Pudicitia, que asegura que su conducta sexual esta más allá de todo reproche, diosa reservada a Vibia Sabina en la numismática de su esposo Adriano.
Las acuñaciones no fueron sin embargo el único vehículo para transmitir la ideología moral de la dinastía. En numerosas representaciones escultóricas, sobre todo atribuidas a Vibia Sabina, la emperatriz es presentada como reencarnación de diversas diosas romanas y las virtudes asociadas a las mismas, tales como Venus Genetrix, matriarca de todo el pueblo romano; Fortuna, garantía de la prosperidad y abundancia del Imperio; o Diana, diosa no sólo de la caza, sino también del parto y de la productividad del campo.

Los propios emperadores además difundirían mediante documentos de carácter privado, que de forma intencionada fueron hechos públicos, la imagen que ellos tenían del prototipo de la mujer, y que, por tanto, debía regir durante su gobierno. Así, la armonía familiar en el palacio será el tema principal de la laudatio funebris que Adriano dedicará a su suegra Matidia, donde elogia sus buenas relaciones con Sabina y con él mismo, y le atribuye un elenco de virtudes similares a las de Plotina y Marciana en el Panegyricus Traiani de Plinio, del que hablaremos más adelante; Adriano destaca su modestia al afirmar que no le pidió nada que ella no utilizara más tarde no en provecho propio, si no del emperador, y que nunca le reclamó muchas cosas que a él le hubiera gustado concederle. Esa misma descripción de armonía familiar la encontramos en una carta dedicada, por su cumpleaños, a su madre Domitia Paulina, y escrita, como la Laudatio, supuestamente también por él mismo. En la misma, el emperador elogia la Pietas y la Castitas de su madre y ruega que todos sus actos fueran a sus ojos dignos de alabanza.
Sin embargo, donde mejor se observa esta concepción de la mujer imperial como modelo de sus contemporáneas, encarnación de valores y ideales tradicionales y del gobierno, es, como hemos dicho, en el Panegyricus Traiani, de Plinio el Joven; se trata de un discurso laudatorio de noventa y cinco párrafos en los que no hay ni una sola mención a un nombre de mujer, siendo el protagonista indiscutible Trajano, un hecho ya de por sí bastante significativo. Sin embargo, hay varias alusiones a mujeres identificables, como Pompeia Plotina y Ulpia Marciana, esposa y hermana del César. Las dos aparecen en virtud de la propia intencionalidad ideológica del discurso, de nuevo en calidad de justificación y alabanza del nuevo régimen1.
La descripción del carácter de la emperatriz comienza, como no podía ser de otra forma, por una alabanza de la vida privada de Trajano. Elegir una esposa adecuada era lo más necesario para el propio honor, y la esposa de Trajano es para él decus et gloria2, virtuosa y una “mujer a la antigua” adecuada, imposible de encontrar ninguna mejor3, sencilla en su aspecto, moderada y modesta4. Con respecto a su marido, se alegrará de su fortuna, pero no le respetará por ella, sino por él mismo, confortados por un muto aprecio5. Pero todas las virtudes de Plotina se las debe a Trajano, que así la ha enseñado, porque “a una esposa le basta la gloria de obedecer”6. El mérito de la emperatriz es la moderación del emperador, ante la que todo el respeto hacia él y hacia ella misma es poco en una esposa y en una mujer7. Así mismo, no compite en nada con su cuñada, distinguiéndose sobre todo su casa por la ausencia de rivalidades, queriéndose entrañablemente8. Pero otra vez el mérito es de Trajano, a quién se esfuerzan en imitar, de donde viene su moderación, mostrada cuando rechazaron el título de Augustas que el Senado les ofrecía9
La Casa Imperial debía ofrecer así, según Plinio, buenos ejemplos a las simples romanas. En primer lugar, la obediencia debida a los esposos por sus mujeres10; en segundo, la plena ausencia de envidia y de emulación entre cuñadas, ya que según el autor:“nada es más propenso a las querellas que la emulación sobre todo en las mujeres; ahora bien ésta nace especialmente en la familiaridad, se alimenta de la igualdad y se inflama con la envidia, cuyo remate es el odio”11.Y, en tercer lugar, la modestia y el rechazo de excesivos honores, porque “¿qué hay en efecto más honroso para unas mujeres que colocar el verdadero honor no en el esplendor de unos títulos, si no en los juicios del público, y hacerse dignas de las más altas distinciones precisamente por rehusarlas?”12
Plinio reduce en su Panegyricus el papel de esas mujeres imperiales en diversos aspectos: su significación en los momentos de la sucesión, que ha de depender de una elección libre del César de entre todos los ciudadanos, sin tener en cuenta a los posibles hijos de la esposa; las emperatrices han de obedecer en todo a sus maridos, en lo cual hallaban su gloria, e imitarle en la moderación, y en la modestia; sus virtudes sirven de adorno al princeps, y deben amarlo y respetarlo como a sí mismas. El ejemplo dado por las mujeres imperiales debe ser seguido por el resto de las mujeres romanas de la época evitando las disputas domésticas y la envidia, desdeñando los honores y buscando sólo una buena fama, mediante la obediencia al marido. El resto de sus obligaciones será dar hijos al Imperio y alabar hasta en en privado al emperador, en cuya glorificación se unirían a sus esposos; su actitud, por tanto, en el interior de la familia imperial deber ser solamente el de matrona, reduciéndose en la práctica su papel social y político a cero.
Plotina y la hermana de Trajano en el Panegyricus son modelos para su género, y sirven para definir las principales virtudes y valores de una mujer romana: obediencia ciega al marido, modestia en el vestido y acompañamiento, la sencillez y el pudor en el trato, la virtud en sus costumbres, y en la vida doméstica y la fidelidad tanto al marido como al poder establecido. No obstante, las virtudes de Plotina son producto de Trajano, que así la ha enseñado y a quién se esfuerza en imitar.
“Tu esposa, en cambio, te sirve para honra y gloria. ¿Qué hay más santo que ella ni más conforme a la tradición? (…) Con qué firmeza reverencia tu persona y no tu poder. Seguís siendo el uno para el otro lo que fuísteis; os guardáis recíproca consideración y nada os añadió la fortuna, si no es que habéis empezado a ver de veras qué bien la lleváis entre ambos. Obra del marido es haberla educado y formado así, pues le basta a la esposa la gloria de obedecer. Al ver ella que no entra en tu comitiva ni el terror ni la ostentación ¿no iba ella a andar también en silencio? ¿No iba a imitar, en lo que el sexo se lo permite, a su marido que va a pie? (…) Con un marido de tanta sencillez, ¿qué recato no debe tener, como esposa, para su marido, y, como mujer, para consigo misma?”13
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1 Ver POSADAS, J.L.: “Clientelas y amistades femeninas en Plinio el Joven”, Studia historica, Historia antigua, nº 26, 2008, 101-103 (Las mujeres en el Panegírico)
2 PLINIO, Panegyricus, 83.4
3 PLINIO, op.cit., 5
4 PLINIO, op.cit., 7
5 PLINIO, op.cit, 6
6 PLINIO, op.cit, 83.7
7 PLINIO, op.cit, 83.8
8 PLINIO, op.cit, 3-4
9 PLINIO, op.cit, 5-6
10 PLINIO, op.cit., 83.7
11 PLINIO, op.cit., 84.2
12 PLINIO, op.cit., 84.8
13PLINIO, op.cit. 83.5

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Imágenes:
1-Representación de Trajano en el Arco edificado en su honor en Benevento
2-Busto de Pompeia Plotina en los Baños de Neptuno, en Ostia
3-Vibia Sabina como Diana, en el Museo del Prado (Madrid)
4-Áureo de Matidia la Mayor identificada como Pietas