viernes, 12 de agosto de 2016

Fulvia y el prometedor Curio

PRIMERA PARTE: Fulvia, ¿a la sombra de Clodio?

La turba enfurecida que se hizo con el cuerpo de Clodio para incendiarlo en el mismo foro y prender a continuación fuego a la Curia no fue sino el preludio de lo que vendría después. Roma se sumió en el caos más absoluto y la violencia se apoderó de las calles. El Senado se vio obligado finalmente a decretar el estado de excepción mediante un senatusconsultum ultimum por el que Pompeyo, en su calidad de procónsul, fue nombrado cónsul único -lo que es una muestra clara de la anormalidad de la situación-, recibiendo como tal poderes para reclutar tropas en Italia con el único fin de restablecer el orden, lo que lograría en apenas en mes -ver nuestro artículo anterior El primer triunvirato-. Pompeyo, además, promovería una amplia legislación en la que atendió, sobre todo, a frenar la causa de los desórdenes recientes, es decir, los métodos anticonstitucionales de lucha electoral en los que Clodio había destacado tanto, mediante la promulgación de leyes contra la corrupción y la violencia. Tomó también medidas para atajar los motivos de la corrupción electoral: la carrera por las magistraturas y el enriquecimiento que su ejercicio posibilitaba. Entre otras cláusulas, establecía que el gobierno de una provincia sólo podía ser ejercido por ex cónsules y ex pretores durante los cinco siguientes años a la finalización del cargo. Esta cuestión perjudicaba claramente a César, pues en pocas semanas -en concreto, el 1 de marzo del año 50 -finalizaba su mando en las Galias y, gracias a la nueva legislación de Pompeyo, corría el peligro de ser destituido e, incluso, juzgado. Entre una más que posible condena y el exilio, César escogió la rebelión, desatando una nueva guerra civil -ver nuestro artículo anterior La Guerra Civil: César o Pompeyo-

Mientras, Fulvia no había permanecido inactiva. Viuda, rica, bastante influyente, querida por la plebe, idolatrada por la factio popular del Senado y dueña absoluta de las bandas callejeras de Clodio, era obvio que no tardaría mucho en situarse nuevamente en la escena política mediante un nuevo matrimonio con algún otro político emergente, y así fue. Al año siguiente al asesinato de su primer marido, Fulvia estaba nuevamente casada, esta vez con Cayo Escribonio Curio. Buen amigo de Clodio y de Marco Antonio, Curio sin embargo se había alistado desde el principio de su cursus honorum en las filas de la factio optimate conservadora del Senado, hasta el punto de intercambiar correspondencia con Cicerón -quién veía en él un claro defensor de las ideas más tradicionales de la política y la moral romana y le consideraba una de las grandes esperanzas de la factio-, y destacar por sus ataques encarnizados contra César, uno de los líderes de la factio popular. Con semejantes ideales y relaciones, cuesta entender porque Fulvia se interesaría por alguien como Curio, y porque Curio se interesaría en alguien como Fulvia. Sin duda, la influencia, riqueza y conexiones de ella debieron de pesar en la elección de él, y la prometedora carrera de él en la decisión de ella: destacado enemigo del triunvirato, pretor en 54 a.C., procuestor de Asia en 53 a.C., y pontífice el mismo año de su boda con Fulvia -51 a.C.-, Curio parecía destinado al éxito.... y Fulvia no tardaría mucho en ayudarle a lograrlo.

Al estallar la guerra civil, todo parecía indicar que Curio, quién se había mostrado siempre como "un furibundo anticesariano" (Aulo Hircio, libro VIII, cap.52.4) y había sido el único en plantar cara a César durante su consulado, permanecería por entero fiel a la factio optimate, por lo que Pompeyo le nombró tribuno. No obstante, apenas hubo César demostrado sus posibles intenciones, Curio cambió de bando. El cambio está documentado en las cartas entre Cicerón, entonces en Laodicea, y su protegido Marco Celio Rufo, quién será el que le dé la noticia en mayo (Cicerón, A los amigos, 8.6). Tradicionalmente se ha considerado que la decisión de Curio estaba motivada porque César, quién había obtenido considerables riquezas durante la Guerra de las Galias, había pagado las muchas deudas de un derrochador Curio (Casio Dio, XL, 30), pero ¿por qué Curio recurriría a la caridad de César cuando contaba con las enormes riquezas de su nueva esposa? Sin duda, fue Fulvia quién convenció a su nuevo marido de las ventajas de abandonar la factio optimate, liderada por Pompeyo, por la factio popular, encabezada por César, a la que ella siempre se había mostrado tan adepta. Curio además, como otros jóvenes aristócratas del momento, debió considerar a César no solo como la apuesta más segura, sino también como un medio para lograr un rápido ascenso.

Curio tuvo la suficiente habilidad para que el cambio no fuese totalmente descarado, de manera que se esforzó por dar una imagen de neutralidad en el conflicto, dejando paulatinamente de lado sus ataques contra César. Finalmente, para marcar la ruptura entre él y el partido pompeyano, propuso algunas leyes que sabía que no podrían ser llevadas a cabo. Al rechazar sus planes, le dieron la excusa que necesitaba para abandonar a sus antiguos aliados, por lo que no dudó en vetar, en calidad de tribuno, la posible destitución de César, propuesta en marzo del 50 a.C. Con todo, Curio sería uno de los últimos políticos en pedir a César y Pompeyo una reconciliación, así como que ambos, y no sólo César, destituyeran de sus mandos al frente de sus respectivas legiones. Semejante propuesta le hizo temer por su seguridad, por lo que marchó a Rávena, donde se reuniría con César, acampado con la Legio XIII, y le instaría a avanzar inmediatamente hacia Roma. César se negó, confiado aún en un fin pacífico al conflicto; no obstante, éste no podía tardar mucho en estallar. La carta que llevó Curio al Senado de parte de César, poco después del acceso de Marco Antonio al tribunado de la plebe, en que afirmaba que si Pompeyo conservaba su mando él no abandonaría el suyo, sino que iría rápido y vengaría los errores, fue considerada una declaración de guerra. Metelo Escipión, suegro de Pompeyo, no tardaría en proponer la declaración de enemigo público para César. Sólo Curio y Marco Celio Rufo se opusieron a ello, y Antonio, como tribuno, vetó la moción. La consecuencia inmediata fue la disolución del Senado ante la oposición de los cónsules al veto. Poco después, César fue depuesto y Pompeyo declarado protector de Roma. Los tribunos Casio y Marco Antonio, junto con Curio, huyeron de inmediato junto a César, otorgándole a éste la excusa perfecta para convencer a sus legiones de un golpe de Estado y de la necesidad de que él, César, reinstaurara la República con su ayuda.

A partir de ese momento, Curio pasó a actuar directamente a las órdenes de César, encargándose en un primer momento de reunir las tropas estacionadas en Umbría y Etruria. Con las tres cohortes acantonadas en Rimini y Pisauro bajo su mando, Curio recuperó Iguvio para César, lo que le valió su nombramiento como propretor de Sicilia y África. Marcharía de inmediato a Sicilia para sustituir en el mando al pompeyano Catón, cuyas fuerzas aplastaría rápidamente, obligándole a pasar a África. César envió entonces a Curio a África con el fin de detener al rey Juba I de Numidia, partidario de Pompeyo, y al general pompeyano Publio Atio Varo; para ello, le otorgó el mando de dos legiones, doce barcos de guerra y varios barcos de carga. Llegado a Útica, puso en fuga a un cuerpo de la caballería númida y alcanzó el éxito contra Atio Varo en la batalla de Útica, lo que le valió que sus tropas le saludaran como Imperator. Fulvia, sin duda, al conocer la noticia, debió creer sus ambiciones colmadas. Sin embargo, su alegría no duró mucho: la deserción minó poco a poco las fuerzas de Curio y su marido cayó en una trampa tendida para él por el rey Juba en las cercanías del río Bagradas. Derrotado, no tuvo más remedio que retirarse a una zona alta, acosado por la fatiga, el calor y la sed. El enemigo cruzó el río y Curio guió su ejército abajo, hacia la llanura. La caballería númida no tardó en rodearle. Gneo Domicio, prefecto de su caballería, instó a Curio a salvarse mediante una huida rápida al campamento, pero Curio se negó, alegando que no podría mirar a César a la cara si perdía el ejército que éste le confiara. Así, luchó junto a su ejército hasta la muerte (Cesar, Guerra Civil, libro II, cap. XLII). Su cabeza fue cortada y llevada al rey Juba (Apiano, Guerras Civiles, Libro II, cap.46)

Fulvia quedaba viuda de nuevo en 49 d.C. después de apenas dos años de matrimonio y un hijo en común de mismo nombre que su padre, Cayo Escribonio Curio -a quién Augusto ordenará ejecutar tras la victoria en Actium-. Más rica aún que antes de su segunda boda, Fulvia no tardaría en cotizarse de nuevo entre los cesarianos y populares, y esta vez, elegiría con mucho cuidado. Con su tercer marido, la carrera política de Fulvia alcanzaría por fin su punto álgido.


Fotografías: Retratos de Gneo Pompeyo Magno, Cayo Julio César y Juba I de Numidia

martes, 2 de agosto de 2016

Fulvia ¿a la sombra de Clodio?

Denostada por los historiadores de su época y olvidada por la posteridad, la imagen de Fulvia, tercera esposa de Marco Antonio, de quién Veleyo Patérculo (I, 74, 2) llegó a afirmar que "no tenía de mujer más que su sexo", fue construida en la literatura augústea por oposición a Octavia, cuarta esposa de Marco Antonio y hermana del propio Augusto, presentada en la propaganda y en la política moral del Principado, junto a su cuñada Livia, como la encarnación viviente de los mejores y más puros ideales de matrona romana  -ver nuestro artículo El arquetipo de esposa romana según la literatura latina-. Los diversos autores al servicio del régimen imperial elaboraron en sus escritos la contraposición Octavia/Fulvia, dos imágenes de la mujer romana incompatibles y mutuamente excluyentes, reflejo de dos realidades distintas y contemporáneas definidas mediante su completa y absoluta oposición a la contraria, sin que existiera una mínima posibilidad de un término medio entre ambas, un punto de unión o un nexo en común. De acuerdo con este deliberado sistema de opuestos, para que las virtudes de Octavia resultaran aún más extraordinarias y la distinguieran de la totalidad de las matronas, sirviendo de esta forma de ejemplo edificante para las mismas, la imagen de Fulvia hubo de adaptarse a todos y cada uno de los estereotipos negativos existentes sobre la mujer. Se convirtió, tras su muerte, en la manifestación tangible de la llamada impotentia muliebris: una mujer incapaz de controlarse, carente de todo sentido de la medida, desprovista de toda virtud, privada de la razón y dominada por entero por las pasiones; una mujer, en definitiva, débil moralmente e inclinada siempre hacia el mal, cuya naturaleza "incivilizada", similar a la de bárbaros y bacantes, no pudo ser sometida ante la ausencia de un padre o de un marido con auténtica autoridad -ver nuestro artículo Vicios y defectos de la mujer romana en la literatura latina: la "impotentia muliebris"-.

Sin embargo, ¿QUIÉN FUE REALMENTE FULVIA?

Nacida como Fulvia Flacca Bambalia a finales de la década de los 80 o inicios de la década de los 70 del siglo I a.C., era la única descendiente de Marco Fulvio Flacco Bambalio y Sempronia Graca. Aunque procedente de familia plebeya, contaba con varios cónsules entre sus antepasados. Su propio abuelo, Marco Fulvio Flaco, había ocupado la máxima magistratura en 125 a.C., siendo conocido por su apoyo incondicional a Tiberio y Cayo Sempronio Graco -ver nuestro artículo Las reformas de los hermanos Graco-. Su padre, no obstante, nunca destacó en el Senado debido a su tartamudez o como mínimo cierta vacilación al hablar, un defecto que provocaría que Cicerón le apodara "Bambalio", del griego bambulein ("tartamudez"); ello generó en la pequeña Fulvia cierto odio hacia el orador que no haría más que incrementarse con el paso de los años y los hechos posteriores. Por parte de su madre, Sempronia, era nieta de Cayo Graco, sobrino-nieta de Tiberio Graco, descendiente de la gens Licinia y la gens Claudia, del gran Publio Cornelio Escipión Africano y del general Lucio Emilio Paulo Macedónico. Gozaba Fulvia, por lo tanto, de una célebre, reputada e idolatrada ascendencia, de estupendas conexiones familiares con los más prominentes y antiguos linajes de la aristocracia romana, además del cariño incondicional de la plebe y el favor perpetuo de la factio popular del Senado -ver nuestro artículo Cayo Mario y los populares-, en su calidad de última descendiente viva de los hermanos Graco, los cuales habían alcanzado ya, para estos grupos, la categoría de héroes y mártires por la causa. A esta influencia y prestigio evidentes se añadiría, en el año 63 a.C. con la muerte de su madre, la enorme fortuna de los Graco. Todo ello convirtió a Fulvia en un partido muy solicitado y no pasó mucho tiempo antes de contraer su primer matrimonio, con Publio Clodio Pulcro

Perteneciente a la rica familia patricia de los Claudii Pulchrii, su marido había adoptado la pronunciación en latín vulgar de su nomen, Clodius, en un intento de ganarse a las clases bajas y de acercarse a la factio popular del Senado. Su carrera política, sin embargo, había comenzado de forma bastante mediocre. Había luchado a las órdenes de su cuñado Lucio Licinio Lúculo en la Tercera Guerra Mitridática contra Mitrídates VI del Ponto hasta que, considerándose tratado con poco respeto, instigó una revuelta entre los soldados. Otro cuñado, Quinto Marcio Rex, gobernador de Cilicia, le otorgaría el mando de su flota, hasta que acabó siendo capturado por los piratas. Tras su liberación marchó a Siria, donde estuvo a punto de perder la vida en un motín del que posiblemente fuera instigador. A su regreso a Roma en 65 a.C., procesó a Catilina por extorsión, pero sobornado por éste, le obtuvo la absolución -ver nuestro artículo La conjuración de Catilina-. En diciembre del año 62 a.C., menos de un año después de su boda con Fulvia, Clodio estaría también implicado en el gran escándalo de los Misterios de Bona Dea, en los que vestido como mujer -puesto que estaba prohibida la presencia de los hombres- entró en la Regia, hogar de Julio César en su calidad de pontifex maximus y lugar de la celebración de los misterios, con la intención, al parecer, de encontrarse en secreto con Pompeya Sila, esposa de César. Fue descubierto por una esclava y llevado rápidamente a juicio, pero evitaría la condena sobornando al jurado (Cicerón, Cartas a Ático, 1, 16). Las violentas declaraciones públicas que hiciera Cicerón contra él durante su juicio originaron en Clodio el enconado odio que sentiría el resto de su vida hacia el orador, y no hicieron más que reafirmar y acrecentar el rencor que Fulvia ya sintiera hacia él desde la infancia.

No obstante, a partir del año 61 a.C., todo comenzó a cambiar y la carrera hasta entonces mediocre de Clodio de repente inició un ascenso imparable. A su regreso de Sicilia, donde había sido designado cuestor, Clodio renunció a su rango patricial. Tras lograr el consentimiento del Senado fue adoptado por un tal Publio Fonteyo, miembro de una rama plebeya de su propia familia en 59 a.C. De esta forma, pudo optar y conseguir el cargo de tribuno de la plebe, al que no hubiera podido acceder siendo patricio. Con el apoyo de César, Pompeyo y Craso, que sin duda le consideraban un simple instrumento de sus intereses -ver nuestro artículo El primer triunvirato-, su primera acción como tribuno fue llevar a cabo una serie de leyes para ganarse el apoyo popular: distribuyó grano de forma gratuita durante un mes, aprobó medidas para aumentar el poder de las asambleas populares, prohibió a los censores excluir a cualquier ciudadano para el Senado, y a los senadores infligir cualquier castigo a un sospechoso hasta que hubiera sido acusado públicamente y condenado -lo que llevó a Cicerón al exilio-, y, sobre todo, restableció los collegia, en los que basaría su poder.  Se trataba de bandas armadas, dirigidas por un cabecilla, que, bajo la máscara de asociaciones de carácter religioso, profesional o político, ofrecían sus servicios para controlar las reuniones políticas o provocar disturbios en las asambleas, o en la calle, con el único objetivo de controlar la política mediante la coerción, la violencia y el miedo; ello refleja claramente el deterioro de la política interior romana y la creciente importancia de las masas. Los collegia habían sido prohibidos en el año 64, pero Clodio no sólo aprobó la ley que condujo a su restablecimiento, sino que además se convirtió en el organizador de los mismos, a los que distribuyó armas y dotó de un sistema paramilitar. Así pues, mientras los miembros del triunvirato consideraban a Clodio un medio para lograr sus fines desde el tribunado de la plebe, Clodio utilizaba su magistratura para crearse un poder personal e independiente de los triunviros, mediante la manipulación de la plebe.

La marcha de César a las Galias, convirtió a Clodio en el dueño absoluto de Roma. No contento con su nueva situación y buscando quizás minar los cimientos del primer triunvirato, como paso previo para aumentar aún más su propio poder, Clodio enfrentó a Craso y Pompeyo en ausencia de César y atacó la imagen pública de este último. Para defenderse de Clodio y intentar restablecer su autoridad y popularidad, bastante minadas por su asociación con César y Craso, Pompeyo recurrió de nuevo a otro tribuno de la plebe, Tito Anio Milón, que se enfrentará a él formando sus propias bandas callejeras, no con la plebe urbana, como Clodio, si no reclutando a los veteranos de Pompeyo y contratando a escuelas de gladiadores enteras. Así mismo, hizo regresar del exilio a Cicerón, el cual, agradecido, actuó como mediador a partir de entonces entre Pompeyo y el Senado. La nueva situación no favorecía a Clodio, quién reaccionó con un inesperado giro político a fin de conservar su poder. Confiando en la lealtad de las clases bajas y la factio popular, decidió ofrecer a la factio optimate del Senado, dividida en su fidelidad a Pompeyo, Catón y otros, un nuevo líder: él mismo. Para ello, se declaró dispuesto a invalidar la legislación de César, y arrastró con él a Craso, cansado de su papel en la sombra

Es imposible no preguntarse por el papel de Fulvia en la fulgurante carrera de su marido, la cual se inició, sin duda no casualmente, tras su matrimonio. Es obvio que a Clodio le fueron más que útiles las conexiones familiares de su esposa y el favor del que gozaba ésta entre las clases bajas y la factio popular como única descendiente de los Graco, así como su inmensa fortuna. Sin embargo, la actuación de Fulvia no debió limitarse a una aportación tan pasiva, puesto que, como afirmó Plutarco (Antonio, X, 3), "era una mujer que no había nacido para hilar ni hacer las tareas domésticas". Valerio Máximo declaró al respecto: "Clodio Pulcro tenía el favor de la plebe, pero este hombre duro llegó a estar obsesionado con Fulvia, y su gloria pasó a estar bajo el mando de una mujer". Así pues, dejando de lado el ataque contra Clodio -la acusación de estar sometido a la esposa como una clara muestra de debilidad y causa de mofa se repetirá nuevamente con Marco Antonio-, es claro que lo que, en inicio, fue un matrimonio concertado se había convertido en algo más: una asociación política y económica muy productiva para ambas partes y, aún así, impregnada de auténtico afecto sino amor, en la que Fulvia jugó un papel bastante activo como aliada, tesorera y consejera de Clodio -hasta el punto de que Valerio Máximo la considera el verdadero poder en la sombra-.

Sin embargo, la violencia creada por Clodio acabó por pasar factura. En el año 53 a.C., mientras Milón era candidato al consulado y Clodio aspiraba a la pretura, ambos rivales reunieron sus collegia enfrentándose en las calles de Roma, retrasando así las elecciones. Finalmente, el 18 de enero de 52 a.C., Clodio fue asesinado en un enfrentamiento con los hombres de Milón en la Vía Apia. Con la muerte de su marido, Fulvia se muestra, por primera vez, de forma pública, como el animal político que en verdad es en lo que fue, sin duda, una brillante puesta en escena, equiparable tan sólo a la que años más tarde llevará a cabo Marco Antonio con ocasión del funeral de César. Inconsolable y llorosa, emitiendo grandes alaridos y lamentos mientras se aferraba a las manos de sus hijos pequeños, ahora huérfanos, Fulvia paseó el cuerpo acuchillado de su marido por las calles de Roma sublevando a la plebe, la cual, conmovida por la imagen y furiosa por la muerte del que fuera su lider, formó una turba incontrolable e imparable que tomó el cuerpo de Clodio y lo incineró frente al Senado, quemando también la Curia Hostilia en represalias. Milón tampoco tardó mucho en caer; llevado a juicio por dos de los hermanos de Clodio, Apio Claudio Pulcro el Mayor y Apio Claudio Pulcro el Menor, fue torpemente defendido por Cicerón y acabó por perder sus bienes y partir al exilio. Aquellas serían las primeras demostraciones de fuerza de Fulvia, quién, en calidad de viuda de Clodio y madre de sus hijos, heredó su liderazgo de los collegia y aumentó su influencia y poder sobre la plebe urbana.

LA ESTRELLA DE CLODIO SE HABÍA APAGADO, LA DE FULVIA COMENZABA A ALZARSE



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Imágenes:

1-Moneda acuñada con Fulvia como la diosa Victoria.
2-"Los Graco", de Eugene Guillame
3-Ruinas de la Regia, en el Foro Romano, donde Clodio fue sorprendido durante los Misterios de la Bona Dea
4-Retrato de Marco Tulio Cicerón
5-Retrato de Gneo Pompeyo Magno
6-Representación de sepelio romano en un sarcófago del s.III

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Bibliografía a consultar:

BABCOCK, C.L: “The early career of Fulvia”, American Journal of Philology, 86, 1965, 1-32 DELIA, D: “Fulvia reconsidered”, en Pomeroy, S. (ed.): Women´s History and Ancient Historiay, North Carolina, 197-217
FISCHER, R.A: Fulvia und Octavia. Die beiden Ehefrauen des Marcus Antonius in der politischen Kämpfen des Umbruchzeit zwischen Republick un Prinzipat, Berlin, 1999
GARCÍA VIVAS, G.A: “Apiano, BC, 4, 32: Octavia como exemplum del papel de la mujer en la propaganda política del Segundo Triunvirato (44-30 a.C.)”, Fortunatae, nº 15, 2004, 103-112; IDEM: Octavia contra Cleopatra: el papel de la mujer en la propaganda del Triunvirato (44-30 a.C.),Madrid, 2013
VIRLOUVET, C: “Fulvia la pasionaria”, en Fraschetti, A (ed.): Roma al femminile, Roma-Bari, 1994