viernes, 24 de marzo de 2017

Magia y tablas de maldición en Roma

Resulta complejo explicar qué se entendía, en el mundo antiguo en general y en el romano en particular, por el concepto de magia; usualmente, suele ser definido como la totalidad de conocimientos y prácticas destinadas a controlar, o al menos a conocer, los efectos de la Naturaleza con el fin último de influir sobre ellos en beneficio propio. La magia, pues, se definía por su carácter manipulativo hacia las potencias superiores. En términos muy simples, en el mundo romano se podían diferenciar dos tipos de magia, una benigna y otra maligna. Las fuentes clásicas hacen referencia a estos dos tipos de magia cuando Heliodoro en sus Etiópicas (Hel. Et. 3, 16, 3-4) defiende: "Hay que distinguir dos tipos diferentes [de magia]: una es vulgar y, por decirlo así, camina sobre la tierra; es servidora de ídolos y da vueltas entre cuerpos de cadáveres (...) La otra, en cambio (...), la que verdaderamente hay que llamar sabiduría (...), mira a lo celestial, convive con los dioses y participa en su poder connatura"

Estas dos actividades mágicas son definidas con dos términos griegos que definen estos diferentes "niveles" dentro de dichas prácticas: la magia, teurgia, y la hechicería, goetía, a las que se relacionan los términos de hechiceras (sagae) y magos (magi) respectivamente.La primera de ellas aparece en la literatura romana, casi en exclusividad en manos de mujeres, aunque este hecho no influya en que, en la realidad, la goetía no haya sido empleada también por hombres. Por el contrario, los hombres están relacionado con un tipo de magia más especializada que requería un mayor grado de conocimiento, que estaba unida a las religiones mistéricas y a los sistemas filosóficos clásicos y era considerada una verdadera techné.

En multitud de ocasiones, sin embargo, las prácticas mágicas están íntimamente vinculadas, siendo imposible en ciertos casos diferenciar entre actividades vinculadas con la goetía o con la teurgia, aunque en general, la principal diferencia es que ésta última está considerada a nivel público como una actividad que logra beneficios para el cómputo de la sociedad y, por tanto, no estaba penalizada ni a nivel social ni a nivel jurídico como lo estaba la goetía. Así pues, esta categoría de magia negra, la goetía, era la que definía en el mundo romano la naturaleza de las prácticas mágicas realizadas por mujeres, cuyo conocimiento nos es transmitido sólo a través de la literatura latina en contraposición a la figura del magus. Las actividades mágicas eran tratadas de una forma u otra en función no del rito realizado sino del sexo de quien oficiaba la práctica.

Las tablillas de maldición, conocidas como tabellae defixionum o defixiones, son una de las fuentes fundamentales para el estudio de la magia en el mundo antiguo. Su principal función era someter a la víctima de la voluntad del defingens, el que realizaba o encargaba a un profesional del mundo mágico la realización del rito de la defixio. El término defixio proviene del verbo latino defigere, cuyo significado lateral es "clavar" aunque, según la tradición, tendría un significado más siniestro, relacionado con "entregar a alguien a los poderes del infierno". A través de estas tablillas, el defingens entregaba a los dioses, generalmente a los dei inferi, mediante un acto mágico a sus enemigos con un objetivo claro de venganza, mostrando la naturaleza perjudicial y nociva que caracterizaba a todos estos objetos mágicos.

Cronológicamente, las tabellae defixionum abarcan una extensión relativamente amplio. Las primeras muestras arqueológicas son fechadas alrededor del siglo V a.C., con una pervivencia que dura hasta el siglo V d.C. Las tabellae defixionum están formadas en un primer momento solamente por la enumeración de los nombres de las personas que se entregaban en maleficio a los dei inferi, evolucionando su composición hasta tabellae en donde llegaron a inscribir un gran cúmulo de palabras, frases, símbolos e imágenes.

En el mundo clásico se creía ciegamente en la posibilidad de maldecir a alguien a través de la palabra estuviera presente o no la víctima de dicho maleficio y, por tanto, se generaron durante siglos toda una serie de ritos cuyo fin principal era el de crear un vínculo con las divinidades infernales con el fin de lograr los objetivos previstos. Unos deseos que frente a la dificultad de conseguirlos a través de las leyes naturales, de las vías "legales", eran buscados con prácticas que pretendían alterar la realidad existente, Junto a la maldición a través de la palabra se consideraba uno de los ritos mágicos más efectivos el escribir los maleficios sobre láminas de materiales diversos, donde el plomo era el soporte más común, para posteriormente ser enrollados, una vez que se pronunciaban una serie de fórmulas y de palabras mágicas que invocaban a las divinidades deseadas; a continuación se procedía a atravesar las tabellae generalmente con clavos de hierro, materializándose de este modo el sentido mismo de execración.

Como muestra la documentación formada por los Papiros Mágicos Griegos, fuente principal para conocer las normas que regían estos ritos, para que los mismos tuviesen la efectividad deseada era esencial, una vez producida la lámina, depositarlas en un lugar adecuado. Estos espacios eran zonas que, según la tradición, estaban vinculadas con el paso al Más Allá, como las fuentes, los cursos fluviales o ciertos lugares próximos a la víctima de la defixio como su hogar. Además, los santuarios de las divinidades ctónicas eran zonas frecuentes en las que se depositaban las tablillas con el fin de que estas divinidades que estaban, según la tradición, en contracto con el submundo, junto con los dei inferi, favoreciesen el cumplimiento de la plegaria realizada en la defixio.

Arqueológicamente, el mayor número de tablillas han sido halladas en necrópolis, tanto dentro del sepulcro como en espacios próximos. En la antigua Roma, la praxis mágica en relación a las tabellae defixionum estaba sumamente vinculada a la necesidad de recurrir a fallecidos de forma prematura o en condiciones violentas que no han sido enterrados según los procedimientos de la religión oficial y, por tanto, vagaban sedientos de sangre al no haber logrado el descanso definitivo -ver nuestro anterior artículo La maldición tras el epitafio-. Se suelen diferenciar tres grupos de difuntos en relación con sus características; aquellos fallecidos que sufrieron una mors immatura, generalmente niños, mujeres en el parto y jóvenes que no han contraído matrimonio; aquellos muertos fallecidos de forma violenta; y finalmente, aquellos humanos que tras su muerte no recibieron las honras fúnebres adecuadas.

Se conocen más de 1.600 tablillas, la mayoría de las cuales están escritas en griego, aunque el latín sigue siendo la lengua imperante en las tablillas halladas en el Occidente del Imperio. Cabe mencionar que existe un número escaso de tablillas que han sido encontradas acompañadas de una serie de figuras que representaban el cuerpo del defixus, de la víctima, una especie de "muñecos vudú" que realmente eran pequeñas figuras de plomo, arcilla o cera, que completaban el ritual mágico de someter a la persona representada a la voluntad del defigens. En cuanto a los materiales, destaca la supremacía del plomo. Tradicionalmente se ha defendido el uso del plomo por su bajo coste, la facilidad que da para realizar inscripciones y su composición, haciendo del plomo el material mejor adaptado para las necesidades que lleva consigo el buen funcionamiento del rito de las tabellae defixionum. Sin embargo, el plomo se relaciona fuertemente con el mundo funerario, puesto que era sinónimo de desgracia y muerte vinculado directamente con el temido dios Saturno, hecho que se observa además en la naturaleza del metal, en su aspecto de palidez y frialdad. Con todo, tanto a nivel arqueológico como literario, se conservan testimonios que documentan el uso de otro tipo de metales tales como estaño y cobre.

Se ha clasificado las defixiones en cinco categorías en función del fin que los defigentes buscasen con la realización de las tablillas. Nos encontramos con defixiones agonísticas, caracterizadas por su contexto deportivo cuyo fin sería la victoria sobre todo en las carreras circenses sobre otros rivales. Las tablillas realizadas en ámbito de lograr justicia por parte del defigens en diversas causas; las relacionadas con intercambios comerciales; las localizadas en contextos judiciales; y, sobre todo, las tablillas eróticas o de motivos amorosos, que buscaban tanto la separación entre dos amantes como el amor incondicional de una persona sobre el definges que realizaba la defixio.

A continuación, como en artículos anteriores -tales como La pasión por las carrerasLos peligros del parto en Roma En memoria del amigo más fiel- os dejamos algunos ejemplos. ¡¡Esperamos que os gusten!!

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El primer ejemplo, AE 2008, 702, fue hallado en la antigua Britannia, en concreto en lo que fuera la ciudad de Ratae Coritanorum, hoy Leicester. Como es lo más frecuentes, se realizó en plomo.

D{a}eo Maglo od eu{u}m qui fr(a)udem
fecit de pa(e)d(ag)o(g)io od el{a}eum qui
furtum de pada(g)o(g)ium sa(g)um
qui sa(g)um Servandi invola-
vit 
S[il]vester Ri(g)omandus
S[e]nelis Venustinus
Vornena
Calaminus 
Felicianus
Ruf{a}edo
Vendicina
Ingenuinus
Iuventius
Alocus
Cennosus
Germanus
Senedo
Cunovendus
Regalis
Ni(g)ella
[[S[enic]ianus]]
od ant{a}e nonum diem
illum tollat
qui sa(g)um involavit Servandi

"Al dios Maglus, le doy al ratero que ha robado la capa a Servandus. Silvestre, Riomandus... (sigue una lista de aproximadamente 18 sospechosos)... Que lo destruya antes del noveno día, la persona que robó la capa a Servandus"

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Del otro extremo del Imperio, proviene AE 1893, 27, en concreto de Hadrumetum, hoy en Túnez. Hallada en la tumba de un niño, nuevamente es de plomo y mide 11 por 9 cm, estando grabada por ambas caras. En la primera de ellas, hallamos grabado un demonio con una cresta de gallina sobre la cabeza; en su mano derecha sostiene un vaso con un asa; en la izquierda, un largo pie rematado en un lámpara, o quizás un incensario. De pie sobre un esquife, en su pecho puede leerse quizás su nombre (Baitmo / Arbit/to) o algunas palabras mágicas (Antmo / arait / to). Tras él hay grabadas más palabras mágicas de significado desconocido (Cuigeu / censeu / cinbeu / perfleu / diarunco / deasta / bescu / berebescu / arurara / baxagra). Sobre el esquife se encuentran los siguientes nombres: Noctiuagus, Tiberis, Oceanus... pertenecientes quizás a caballos. El sentido de la inscripción es claro: el autor, seguramente un auriga perteneciente a la facción roja o la azul o un seguidor de la misma, recurre a la ayuda de un demonio para eliminar a los aurigas y a los caballos de las facciones rivales, tal como deja claro la otra cara de la inscripción.

Adiuro te d(a)emon qui-
cumque es et demando ti-
bi ex (h)a{n}c (h)ora ex (h)a{n}c di-
e ex (h)oc momento ut equos
prasini et albi crucies
oc(c)idas et agitatore(s) Cla-
rum et Felice(m) et Primu-
lum et Romanum oc(c)idas
collida(s) neque spiritum
illis relinquas adiuro te
per eum qui te resolvit
temporibus deum pelagi-
cum aerium Iao Iasdao

"Te conjuro, demonio, quienquiera que seas, y te pido que desde esta hora, desde este día, desde este momento, a los caballos de los Verdes y de los Blancos, tortures y mates y hagas chocar a los aurigas Claro, Félix, Prímulo y Romano y (los) mates, y ni el espíritu de ellos dejes; te conjuro a través de éste que te desligó para siempre, el dios del mar y del cielo"

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Del mismo corazón del Imperio, proviene CIL VI 140, una tablilla plomo de 12 x 27 cm hallada en la Vía Latina de Roma en el interior de un sepulcro. La defixio fue creada con el fin de encomendar a una mujer, Rhodine, a un Dis Pater para que ésta no pudiera complacer a un hombre, Marco Licinio Fausto:

Quomodo mortus qui istic
sepultus est nec loqui
nec sermonari potest s{e}ic
Rhodine apud M(arcum) Licinium
Faustum mortua sit nec
loqui nec sermonari possit
ita uti mortuus nec ad deos
nec ad homines acceptus est
s{e}ic Rhodine apud M(arcum) Licinium
accepta sit et tantum valeat
quantum ille mortuus qu{e}i
Istic sepultus est Dite Pater Rhodine(m)
tib{e}i commendo uti semper
odio sit M(arco) Licinia Fausto
item M(arcum) Hedium Amphionem
item C(aium) Popillium Apollonium
item Vennonia(m) Hermiona(m)
item Sergia(m) Glycinna(m)

"Del mismo modo que el muerto que está ahí enterrado no puede hablar ni conversar, así Rhodine junto a Marco Licinio Fausto sea muerta y no pueda hablar ni conversar. Así como el muerto no ha sido acogido junto a los dioses ni junto a los hombres, así Rhodine no sea recibida junto a Marco Licinio y tenga tanta salud como el muerto que está ahí enterrado. Dis Pater, te encomiendo a Rhodine, que siempre sea objeto de odio para Marco Licinio Fausto. Igualmente a Marco Hedio Anfión, igualmente a Cayo Popilio Apolonio, igualmente a Venonia Hermiona, igualmente a Sergia Glicina"


Fotografía primera: Hécate, diosa de la magia
Fotografía segunda: Papiro mágico griego
Fotografía tercera: Figura de arcilla usada en ritual mágico 

viernes, 3 de marzo de 2017

Las últimas palabras de Nerón

A finales del año 67 o principios del 68, Cayo Julio Vindex, gobernador de la Galia Lugdunensis, se rebeló contra la autoridad del emperador Nerón. Éste enviaría a Lucio Verginio Rufo, gobernador de la Germania Superior, a sofocar la revuelta, y Vindex pidió ayuda a Servio Sulpicio Galba, gobernador de Hispania Citerior, quién sería proclamado nuevo César por su ejército. Verginio Rufo, sin embargo, derrotaría en batalla a Vindex cerca de Vesontio (actual Besançon) y éste se suicidaría; Galba fue declarado, de inmediato, enemigo público por el Senado romano.

Nerón había recuperado así el control militar del Imperio en pocos días, pero su tiempo como César tocaba a su fin. En junio, traicionado por las cohortes urbanas y la guardia pretoriana, ambas sobornadas por Icelo, liberto de Galba, es declarado en su lugar enemigo público y condenado al castigo reservado en exclusiva a los parricidas por el Senado, el cual no tarda en reconocer nuevo emperador a Galba. Nerón huyó de inmediato por la Via Salaria hasta la villa de su liberto Faón, en la que se suicidó un 11 de junio del año 68 con la ayuda de su secretario, Epafrodito. Sus últimas palabras, según Casio Dio y Suetonio, fueron: ¡Qué artista muere conmigo!, en referencia a su afición a tañer la lira y actuar ante el público en la tragedia y la pantomima.

Sin embargo, ¿es ésta afirmación cierta? En realidad, ni fueron sus últimas palabras ni posiblemente quiso decir eso. Vayamos a las fuentes clásicas. Con sentido dramático, sería Casio Dio quién las dejó para el mismo final: “De ese modo se mató, luego de pronunciar esa observación tantas veces citada: ¡Júpiter, qué artista perece conmigo!”.Suetonio, en cambio, las sitúa antes, justo después de la llegada de Nerón a la villa suburbana:
“Al final, mientras sus compañeros lo exhortaban unánimemente a salvarse tan pronto como fuera posible de las indignidades que lo amenazaban, él les ordenó que cavaran en su presencia una fosa proporcionada a la talla de su persona, reunieran todos los fragmentos de mármol que pudieran encontrar y al mismo tiempo llevaran agua y madera para disponer al cabo de su cuerpo. Mientras cada una de esas tareas se cumplía, Nerón sollozaba y repetía una y otra vez: ¡Qué artista pierde el mundo! -Qualis artifex pereo!-”
Los lectores modernos, influidos por la imagen de Nerón trasmitida por las fuentes antiguas y difundida entre el gran público por obras como Quo Vadis? -tanto la novela de Henryk Sienkiewicz como sobre todo la película de 1951 con un magnífico Peter Ustinov en el papel de Nerón-suelen malinterpretar constantemente estas últimas palabras. El término Artifex ,en el latín de Suetonio, o technites, en el griego de Casio Dio, pueden significar ambos efectivamente “artista” en el sentido de intérprete, pero también “artesano”. En este caso, el contexto es esencial: Nerón está dirigiendo la construcción de su última morada... y no era la primera edificación de la que se hacia cargo.
Una de las facetas más desconocidas de Nerón como emperador es su gran labor como constructor, debido en gran parte al incendio del año 64 que arrasó Roma casi por completo y a las posteriores edificaciones de época Flavia sobre construcciones neronianas; las termas de Tito y el Coliseo sobre los restos de la Domus Aurea son ejemplo de ello. A parte de esta, su Casa Dorada, su más famosa obra, y la reconstrucción de Roma después del ya mencionado incendio, Nerón inició en el monte Celio un templo dedicado al divino Claudio; concluyó un nuevo puerto en la ciudad de Ostia y el acueducto conocido como Acqua Claudia; en la colina Vaticana, finalizó el Circo que diseñara su tío Calígula en los jardines de Agripina la Mayor; en el Campo de Marte, levantó un gran complejo termal junto a los baños de Agripa y un nuevo anfiteatro que sustituyera al de Statilio Tauro, ambos de época de Augusto; en el Celio, construyó el Macellum Magnum o Augusti, un gran mercado de alimentos; ayudó a la reconstrucción de Pompeya tras el terremoto del año 62, etc.
Obras de gran envergadura todas ellas en las que Nerón sin duda debió pensar en el momento de pronunciar aquel amargo Qualis artifex pereo! mientras contemplaba la edificación de su sepultura, no una gran tumba digna de un César, comparable al mausoleo que su antepasado Augusto levantara en el Campo de Marte, sino un patético agujero en la tierra. Imposible que no percibiera el contraste entre el gran artista que fue antaño, levantando casi de la nada una nueva Roma, y el lamentable artesano en el que se ha convertido en sus últimas horas. Nerón, por tanto, no llora de forma egoísta y egocéntrica por el artista que con su muerte pierde el mundo, si no por lo bajo que ha caído.


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