Era la madrugada de la fiesta de Lemuria, en que las sombras de los muertos, que no han obtenido el descanso eterno por no haber gozado de un buen entierro o haber conocido una muerte prematura, se levantan de sus tumbas para importunar a los vivos y clamar venganza o pedir justicia. El César Nerón conocía el ritual preciso para aplacarlos y expulsarlos de su casa. Mediada la noche, con una llameante luna llena de clara sangre en la oscura profundidad de un firmamento sin estrellas, se levantó descalzo para que nada estorbara su contacto con la tierra, dónde moran aquellos que nos han precedido en el camino del que no se regresa. Atrás dejó a su amada Popea, sumida en lo más profundo de los sueños, con una pequeña vida saltando en el hinchado vientre, subiendo y bajando con cada bocanada de aire. Nerón avanzó en un respetuoso silencio, chascando tan solo los dedos a fin de prevenir a los terribles lemures de su presencia, para que jamás se cruzaran en su camino. Una ablución de manos con agua corriente garantizó la purificación necesaria para que diera comienzo la ceremonia. Se giró, tras haber cogido habas negras como la muerte con su boca y las fue arrojando a su espalda de una en una, sin atreverse a mirar atrás. Con ello esperaba propiciar a los fallecidos y obligarlos a recogerlas; así aceptarían con buena disposición el encantamiento y permanecerían tras él, sin perturbarle con su vaporosa presencia. Mientras así las lanzaba, repetía a media voz hasta nueve veces: "Lanzo estas habas y con ellas me redimo a mí y a los míos" Las palabras se perdían como un lamento y un suspiro en el eco de los pasillos estrechos de las altas moradas del Palatino.
En la oscuridad de la noche, creyó oírlas corretear por los pasillos, caminar pausadamente, reír, llorar, maldecir, rogar, suspirar, rugir. Creyó sentir en su nunca el respirar frío de los muertos. Sonó el trueno, llegó la lluvia; las nubes devoraran la luz roja de la luna. Un tacto helado, afilado, pareció deslizarse por su brazo, erizando su vello. Alguien dijo su nombre con el viento. Locuras, se dijo, inducidas por el cansancio y la noche, por la culpa y la añoranza. Si de verdad eran ellos, pronto se iría. Se apresuró con ansiedad y miedo a finalizar el antiguo rito. Nueva ablución. Hizo sonar un objeto de bronce para ahuyentarles, resonando hueco en el amplio eco. Una voz rió. Otra lloró. "¡Nerón!", escuchó. Intentó desterrar aquello de sus pensamientos. Con palabras temblorosas pidió a los lemures su marcha. Nueve veces repitió de nuevo: "Salid de aquí, Manes de mi familia"... Por fin silencio; incluso pareció amainar la lluvia. Se habían ido, pensó triunfante. Podía volverse, podía marcharse. Pero al hacerlo, allí estaba ella, acusadora, desolada, por vez primera delicada y frágil. Su vientre abierto manaba sangre. Su cuerpo y su ropa chorreaban agua. Sintió helarse el terror en las venas, volver espesa cada bocanada de aire. La voz había huido, el alma asustada y arrepentida peleaba por seguirla. Aún así, quiso abrazarla. Porque era Agripina. ¡Agripina! Su madre. Ella sonreía, aquella sonrisa de medio lado ¡tan suya!, con los entornados ojos fijos, como solo exhibía cuando sabía que había triunfado. La visión apenas duró un instante. Después se desvaneció, con el aire. Una parte de él respiro aliviado por su marcha; otra quiso retenerla a su lado. Quedó tan solo suspendido en el vacío, profundo, espeso, denso...su perfume, el que él le regalara, el que le dijeran derramaron sobre su tumba antes de incinerarla. Regresó corriendo a sus habitaciones perseguido por sus pasos y sus risas, por los recuerdos que no por pasados duelen menos. Un grito...¡Popea! Entró en la estancia. Su nueva esposa, sobre la cama, temblaba, gritaba, señalaba...¿el qué? ¿El silencio? ¿La noche? Un trueno cruzó entonces el cielo, iluminando por un momento, como caricia, la figura decapitada a los pies de su cama. Bajo el brazo, la cabeza cercenada, que él mismo ordenó le cortaran, les miraba con el pelo sucio y revuelto. Era Octavia, la dulce Octavia, su primera esposa, su querida hermana. Quiso hablarles, más no tuvo tiempo. Hubo otro trueno y se produjo su marcha. El amanecer aún tardaría en llegar demasiado tiempo. Demasiados fantasmas.
Dedicado con cariño a mi querida Anónima-ella sabe de quién hablo-,
y a esos otros anónimos cuyo nombre no sé, pero que han dedicado,
aunque solo fuera un momento, algo de su tiempo a mis relatos. Gracias.
*Fotografía 1: Retrato de Nerón
*Fotografía 2: Retrato de Agripina
Os dejo más información sobre las fiestas de Lemuria por si os interesa: Las terribles noches de Lemuria
Buen relato, como todos los que escribes. Me gustaría saber, sin embargo, cuanto hay de cierto en todo lo que se ha escrito sobre Nerón. Es un emperador, no sé porque (o quizás si) al que siempre le he tenido un especial cariño.
ResponderEliminarGracias por tus escritos.
Saludos.
Me ha gustado mucho tu relato. He visto que para otras historias ( al menos las que he leído por ahora) te has inspirado en algunas pinturas o incluso en fuentes más directas, ¿ para esta también?
ResponderEliminarSeguiré atenta a tus relatos.Un saludo.
No tengo palabras.
ResponderEliminarSin duda el relato que me màs me ha gustado y que que me ha llegado directamente aqui dentro!
eres una GRAN escritora y no me canso de leerte!
Gracias!!!!!!
Me temo, Francesc, que nunca sabremos la verdad sobre de Nerón. Aquello que no ha llegado de él es, a mi entender, la imagen que él quiso transmitir a la posteridad y la interpretación que hicieron de la misma las fuentes senatoriales. ¿Has leído "Nerón" de Edward Champlin? Hace una profunda reflexión sobre ésto.
ResponderEliminarA.Estévez, gracias por tus palabras. Con respecto a tu pregunta, me he inspirado en el relato de Tácito y Suetonio, que afirman que tras su asesinato el espíritu de Agripina se le apareció a Nerón y en "Nerón y los Manes de Agripina", un excelente artículo de Miguel Requena. Te dejo el enlace de descarga por si te interesa http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2160663
Anónimo, si sigues halagándome así voy a acabar creyéndomelo!!!
Gracias a los tres por seguir los Fuegos de Vesta
Lean "La marca del diablo" de Cooper Glenn. Habla sobre la lemuria
ResponderEliminarDesde luego Nerón tenía tras de sí muchos fantasmas... Estupendo relato, Laura y feliz día de ánimas.
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