martes, 6 de octubre de 2015

Segundo Triunvirato (III Parte): La Guerra contra Sexto Pompeyo

Roma recibió con gran alegría la firma del Tratado de Brindisi que suponía el inicio de una nueva paz entre los triunviros -ver artículo anterior El Segundo Triunvirato (II Parte): Guerra de Perugia y Paz de Brindisi-: el Senado decretó una ovación a Octaviano y otra a Antonio por haber conjurado el peligro de una nueva guerra civil, y dispensó a Octavia de su luto obligatorio de un año por la muerte reciente de su primer marido C.Claudio Marcelo para que pudiera contraer matrimonio cuanto antes con Marco Antonio. Sin embargo, la felicidad por aquella paz duró poco: Sexto Pompeyo se negó a aceptar los términos del tratado de Brindisi y abandonar Cerdeña. Octaviano, decidido a combatirlo y en cumplimiento de lo acordado en Brindisi, tuvo que imponer para lograr medios nuevos impuestos: el impuesto sobre los esclavos, creado para la guerra contra Bruto y Casio, y dejado hasta allí sin efecto, fue puesto en ejecución; se estableció también otro impuesto sobre las sucesiones. El pueblo, que ya murmuraba descontento por la carestía que la flota a las órdenes de Sexto Pompeyo había sumido a la capital, se enfureció al conocer los nuevos impuestos, llegando a poner en peligro la vida del propio Octaviano. Esta precaria situación obligó consecuentemente a buscar no la guerra, sino un nuevo acercamiento con el enemigo, para lo cual medió L.Scribonio Libón, pariente al mismo tiempo de Sexto Pompeyo y Octaviano, de quienes era suegro y cuñado respectivamente. En el Pacto del cabo Miseno, se acordó que Pompeyo retendría Sicilia, Córcega y Cerdeña, con Acaya por cinco años, a cuyo término obtendría el consulado y sería admitido en el colegio de los augures: en recompensa por el patrimonio que Antonio le había arrebatado, recibiría diecisiete millones y medio de dracmas, y todos sus amigos y aliados prófugos y proscritos, excepto los comprendidos en la ley Pedia -ver artículo anterior El Segundo Triunvirato (Primera Parte): La Batalla de Filipos-, quedaban libres para volver a Roma, devolviéndose a los primeros todos sus bienes y una cuarta parte a los segundos. Pompeyo por su parte se obligaba a retirar todas sus guarniciones de las costas de Italia, a no dar refugio a los fugitivos y a proveer de trigo a Roma. Para una mayor garantía de este tratado, su texto fue remitido a las Vestales, que debían custodiarlo, y la paz se confirmó, como ya sucediera en Bolonia y Brindisi, con un matrimonio: la hija de Pompeyo habría de casarse con M.Claudio Marcelo, sobrino de Octaviano e hijastro de Antonio.

Sin embargo, a pesar de las garantías y protestas, cada uno de los tres contratantes impidió por su parte su cumplimiento: Antonio, desde Atenas, donde se había establecido con su nueva esposa para pasar el invierno entre fiestas, escribió a Pompeyo que no le entregaría la Acaya hasta que se le pagaran ciertas sumas que aseguraba le debían los del Peloponeso. Pompeyo continuaba atacando las costas de Italia y Octaviano acabó por repudiar a su esposa Escribonia, el mismo día que daba a luz a su única hija Julia, único nexo de unión y parentesco con Pompeyo, para casarse con Livia Drusilla, cedida por su esposo T. Claudio Nerón con el consentimiento de los pontífices, a pesar de estar embarazada de seis meses de su primer marido en el momento de la boda. Octaviano fue aún más lejos: intentó ganarse al almirante de Pompeyo, el liberto Mena, quién le entregó traidoramente Córcega y Cerdeña junto a tres legiones y una escuadra. Pompeyo, enfurecido, entró en Campania, saqueando y devastando ciudades y tierras. Octaviano llamó a Brindisi a los otros dos triunviros para conferenciar y decidir con ellos, pero Lépido no acudió y Antonio no llegó el día fijado, notificando por carta a Octaviano que no aprobaba la guerra y exhortándole a permanecer fiel al pacto de Miseno: extraño consejo por parte de quién había sido el primero en no seguirlo. Debió por tanto Octaviano hacer frente sólo a la amenaza: organizó dos flotas, dando el mando de una de ellas a L.Cornificio, y el de la otra a Calvisio Sabino y al traidor Mena, con orden de reunirse en Regio, para marchar desde allí a Sicilia; pero Pompeyo impidió la reunión enviando sin tardanza al liberto Menecrates a las costas de Tirreno con una fuerte flota. En el golfo de Cumas encontró éste a Calvisio y Mena, presentándoles batalla, cuyo resultado hubiera sido apoderarse de la flota enemiga sino hubiera muerto. Octaviano supo en la ciudad de Regio el desastre de Cumas, y se lanzó al mar con las naves de Cornificio para socorrer a sus generales: encontró en el cabo Scileo la escuadra conducida por Democrates, legado del difunto Menecrates, y obligado a aceptar el combate, fue nuevamente derrotado: al día siguiente, una tempestad acabó con el resto de sus naves.

Hundido por tantos desastres, Octaviano sintió la necesidad de pedir ayuda y envió al hábil Mecenas a Grecia para hacer regresar a Antonio. Al mismo tiempo, hizo volver de la Galia a Vipsanio Agripa para confiarle la dirección de la guerra. Agripa, valiente y modesto, rehusó el triunfo que se le ofreció como premio de su victoria sobre los rebeldes de Aquitania, pero aceptó el consulado en 37 a.C. y la dirección de la guerra contra Pompeyo. Comenzó edificando un nuevo puerto en el Mediterráneo, poniendo con comunicación el mar de Baya con los lagos Lucrino y Averno; construyó una nueva flota, y adiestró a remeros y soldados, entre los cuales se encontraban 20.000 esclavos libertados por Octaviano. Mientras en Baya se llevaban a cabo todo estos preparativos, apareció Antonio en Tarento con 300 naves, y Octaviano, recelando de su conducta y de una posible intriga con Lépido, no se mostró muy dispuesto a aceptar aquel auxilio tan inesperado como oportunamente sospechoso. No obstante, acabó aceptando, negociándose un nuevo acuerdo en Tarento con mediación de Agripa y Mecenas: Antonio pondría a su disposición 120 de sus naves para su guerra con Pompeyo, a cambio de lo cual Octaviano le entregaría cuatro legiones para la guerra contra los partos. Se renovó por otros cinco años el triunvirato, que había terminado en enero de aquel año, y Octaviano se encargó de hacer legalizar la prórroga por un plebiscito en virtud de la ley Tizia. Tampoco faltó esta vez una boda para sellar el nuevo pacto: la pequeña hija de Octaviano, Julia, de dos años de edad, fue prometida con Antilo, el hijo mayor de Antonio y su anterior esposa Fulvia. Después de aquello, y con la excusa de evitar a su esposa e hijos las molestias de seguirlo en su expedición contra los partos, pero en verdad para que no estorbaran un nuevo acercamiento con Cleopatra, envió Antonio a su familia a Roma y se separó de Octaviano, con el que no volvería a encontrarse hasta Actium.  

La guerra contra Pompeyo se emprendió con mayor vigor, aún más cuando Lépido dio noticias por fin de su persona y entró con 12 legiones y 5000 caballos en Sicilia. Tras diversos incidentes, en septiembre del 36 a.C. se llegó, entre Mile y Nauloco, a una jornada decisiva. Las fuerzas de las dos armadas se equilibraban: eran 300 naves por una y otra parte, y a su vista en la costa estaban en orden de batalla los dos ejércitos. El encuentro fue terrible, y el éxito estuvo largo tiempo incierto: al fin, la batalla se decantó por el bando de los triunviros. Pompeyo, más pirata que estratega, apenas vio asomarse la derrota, apagó el fanal de la nave almirante y, dejando sin guía a sus tropas y a los buques que tenía en Lilibea y Nauloco, se hizo a la vela con sólo 17 naves en dirección a Asia, deseoso de ganarse el favor de Antonio. Éste no desdeñó la oferta, y mandó a Mitilena, donde Pompeyo desembarcara, un oficial suyo para estipular las condiciones del pacto. Pero el enviado no tardó en darse cuenta del doble juego de Pompeyo, quién trataba al mismo tiempo con Antonio y con los partos para apoderarse con su ayuda de Asia Menor. Esta traición causó finalmente la ruina de su autor: sus amigos, hasta entonces fieles, le abandonaron, y el legado de Antonio dio muerte a Pompeyo en Mileto en 35 a.C. Acabada así la guerra pompeyana, amenazaba iniciarse otra entre Lépido y Octaviano. Pretendía Lépido que se le diera Sicilia, porque era a él a quién se habían rendido las ocho legiones que Sexto Pompeyo dejara en Mesina, con las cuales ya eran veinte las que tendría bajo su mando; pero Octaviano sabía que aquellos soldados ni amaban ni respetaban a Lépido, y pudo fácilmente sobornarlos y atraérselos. Lépido se vio de pronto sin ejército, y fue relegado a Circeo, conservando sin embargo la dignidad de pontífice máximo por la generosidad de Octaviano, que le perdonó la vida. Se puso así fin al Segundo Triunvirato.


*Fotografía 1: Áureo de Sexto Pompeyo emitido en Sicilia entre 42 a.C. y 40 a.C., en el que se titula hijo de Magno imperator y Prefecto de las costas y los mares, en un claro desafío al poder de los triunviros
*Fotografía 2: Nave romana representada en un fresco del s.I
*Fotografía 3: Nave romana representada en un fresco del Templo de Isis de Pompeya. Hoy en el Museo Archeologico di Napoli.
*Fotografía 4: Denario acuñado con la efigie de Marco Emilio Lépido como póntifice máximo

4 comentarios:

  1. Un buen articulo que, no obstante, destaca por su falta de objetividad al beber, seguramente, de la publicidad de la epoca que consideraba a Sexto un pirata y no un estratega. No obstante esta afirmacion no entiende que Sexto carecia de los medios para una guerra terrestre contra los triunviros y se dedico a lo que mas opciones le daba, la guerra maritima. Ademas se obvian las victorias navales contra Rufio, como Menodoro (Mena) volvio a cambiar de bando en favor de Sexto (lo haria de nuevo mas tarde) que Sexto podria haber secuestrado a Antonio y Octavio si hubiera cortado las amarras del barco en Misenum cuando negociaban la paz (cosa a la que Menodoro le apremio), que la victoria en Naulochus se debio al uso del arpax para poder abordar las escurridizas naves de Sexto, que fue el propio Sexto quien les pidio a sus amigos que le abandonaran y buscaran su propia salvacion, etc. En definitiva, un articulo que si bien aporta mucha informacion e ilustra en parte la guerra contra este "hijo de Neptuno" deja en un lugar que no corresponde a un personaje a la altura de rebeldes como Sertorio.

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    1. Agradezco todas tus apreciaciones: las limitaciones de espacio -estamos hablando de un artículo corto de un blog, no del capítulo de un libro, por desgracia- me impidieron extenderme todo cuanto quisiera sobre el conflicto entre los triunviros y Sexto Pompeyo; además, que mi objetivo era realizar una explicación somera que dejara claro el contexto y el desarrollo general de dicho conflicto, y, si fuera imposible, incitara a ampliar más por otro lado. En cuanto a mi falta de objetividad, reconozco mi debilidad por Octavio, aunque sobre todo por Marco Antonio, pero eso no me impide admirar la grandeza de Sexto Pompeyo. De nuevo, gracias por tus comentarios!!! Han ayudado mucho a ampliar el artículo :D No dudes en pasarte por aquí de nuevo. Un saludo!!!

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