viernes, 21 de septiembre de 2012

El Rey Esclavo: Euno (2ª Parte)

Pronto, los chismorreos de los esclavos llegaron a oídos de los capataces quienes, a pesar de ser nuestros semejantes, informaron de inmediato al amo. Antígenes, que ya lograra abundantes ganancias agotando el cuerpo de su esclavo y consumiendo su alma, quiso también ahora obtener beneficios vendiendo todos sus sueños y esperanzas. En pocas semanas, las cenas del siciliano fueron las más cotizadas y también con diferencia las más caras; en ellas se veía obligado a comparecer Euno para leer el futuro de los extraños, pronunciar oráculos e interpretar ensoñaciones por precios cada vez más elevados. Como resultó con el tiempo que muchas de sus predicciones se probaron ciertas, su fama no dejó de crecer, como tampoco menguó el número de invitados a la mesa ni las monedas de oro y plata que a raudales entraban en la casa. Aún así, Antígenes creyó necesario mejorar el espectáculo a fin de que no decayera el interés del público. Ahora, Euno pronunciaba sus sentencias escupiendo fuego por la boca entre los aplausos y vítores de la concurrencia; el truco, astuto, se lograba introduciendo dos mitades de una nuez perforadas en la boca y repletas de brasas; entonces, solo era necesario soplar para hacer el milagro que encandilaba a la gente y le provocaba terribles llagas en los labios, en la lengua y en el interior de la boca, además de destrozarle poco a poco los dientes. Cada noche, entre aullidos de dolor y lágrimas de sufrimiento, yo intentaba curarle con mi escasa ración de agua y unas hierbas que me habían asegurado eran medicinales. Mientras, el resto, al verle, maldecía y se lamentaba.
La fascinación y el respeto que sentía por él, compartidos con la inmensa mayoría de los condenados, había dejado ya para entonces paso a un sentimiento mucho más dulce y cálido que yo no sabía interpretar, quizás por ser el primero o porque en el lugar en el que me hallaba no encontraba ejemplos de ellos. Fue Euno quién me ayudó a descifrarlo, sellando sus palabras con un beso -el primero en años- la misma noche en que, en el único alarde de generosidad que tuvo en toda su miserable vida, Antígenes había decidido concederle como recompensa la mujer que pidiera y él me escogió a mí como compañera. Aquella sería nuestra primera noche; un cuartucho sucio, oscuro y maloliente, en el que apenas si cabía una cama desvencijada que había conocido demasiados encuentros, fue, sin embargo, nuestro refugio, el primer reino, y entre sábanas tejimos enloquecidos sueños que la luna parecía hacer realidad, y que al amanecer el sol revelaba como quimeras. Aún así, nos esforzábamos por reconstruirlos como fuera, porque ellos eran lo único bello y auténtico que ambos teníamos, una nueva razón -en realidad, la única- para seguir viviendo, para continuar luchando, para poder soportalo. Para lograr prolongar nuestros encuentros, Euno acabó por vender su mayor tesoro: las visiones en que la diosa Atargatis le revelaba que sería rey de aquella isla. Los convidados a los festejos se reían de él con estridencia, haciéndole preguntas absurdas sobre cómo gobernaría su reino y arrojándole la comida de la mesa y los deshechos del suelo, diciéndole que se acordara de sus regalos cuando fuera soberano de aquellas tierras. Él asentía y memorizaba.
Todo lo soportaba Euno con la resignación que siempre le había caracterizado, pero lo cierto es que su sacrificio de poco servía: las noches en que estábamos juntos se reducían y las violaciones a las que me sometía el amo continuaban. Y él, que había soportado sufrimientos, privaciones, enfermedades, hambre y humillaciones sin pronunciar una sola palabra de queja, fue incapaz de ignorar los padecimientos que yo sufría, y una noche, encolerizado, un último agravio colmó el vaso de su paciencia e incapaz de contenerse gritó a los invitados de Antígenes que todos perecerían una vez alcanzara el trono y les describió, detalle a detalle, las horribles muertes que padecerían. Una sola falta pesó más que toda una vida de servicio, y el siciliano no se quedó corto en su castigo. Creyendo con acierto que yo era la causa de la repentina rebelión del manso Euno, le obligó a propinarme cuarenta latigazos, amenazando con matarme a la primera negativa, y no contento me vendió al mismo Damófilo que ya fuera el destino de nuestro amigo Hermeias. Por lo que supe después su destino no fue mejor que el mío: fue azotado, golpeado, privado de alimento, aislado y encadenado en la puerta. Antígenes afirmó que le daba un nuevo oficio, el de portero, pero lo cierto es que no era más que una enrevesada forma de humillación y tortura: allí, con la piel lacerada por las cadenas, hubo de padecer a la intemperie hambre, frío y sed, mientras muchos de los que le alabaron como profeta se reían ahora de él y los niños jugaban a tirarle piedras. Aquella visión, en vez de servir de ejemplo a los esclavos, que habían aprendido a respetar a Euno como adivino y a amarle como un padre, no hizo sino inflamar su odio hacia el amo y preparó el terreno para lo que en breve ocurriría. El estallido del volcán Etna fue la primera señal de que algo, muy pronto, cambiaría.

*Fotografía 1: Mosaico que representa una cena romana, con los comensales atendidos por esclavos y los restos de la comida arrojados al suelo. Procedencia desconocida. Imagen de Internet
*Fotografía 2: "A Declaration" de Lawrence Alma-Tadema.
*Fotografía 3: Fragmento del famoso fresco de la Villa de los Misterios, en el que la figura alada de la pared de la izquierda se prepara para flagelar a la asustada muchacha semidesnuda que intenta protegerse en el regazo de la matrona. Que yo sepa, esta es una de las pocas representaciones de este tipo de castigo en todo el mundo romano. 

3 comentarios:

  1. Hola Laura,ante todo soy nuevo aquí leyéndote, he llegado a tu sitio fruto de la casualidad, me pareció muy lindo relato, me ha transportado a esa antigua civilización, esta muy bien ambientado!. Siempre me gusto y me han llamado la atención los Romanos como civilización. A propósito metiéndome en la temática del post, te transfiero una curiosidad: me pareciera que los Romanos han sido la civilización que mas ha utilizado el látigo, como que su uso era muy habitual y permitido por esa época,mas que en los griegos o Egipcios, tal vez por ser muy esclavistas?, corrígeme si me equivoco,y tienes idea si ellos han sido los inventores del mismo?.

    Saludos,y me encantara seguir leyéndote!.

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  2. Hola Marcos, en primer lugar, gracias por tus palabras, son las buenas opiniones como la tuya la que me animan a continuar.
    En segundo lugar, respondiendo a tu pregunta, no, no fueron los romanos quienes inventaron el látigo; aunque, al estar hechos de un material perecedero como el cuero no se han conservado restos de la Antigüedad, podemos observar representaciones de este instrumento ya desde Mesopotamia y el antigua Egipto. El uso de varas, palos o simples golpes como castigo y correctivo ya se empleaban desde estas antiguas civilizaciones contra reos y siervos insumisos, y hasta donde yo alcanzo a conocer, el uso del látigo con el mismo fin no llegaría hasta época helenística. Ahora bien, la utilización de varas o golpes siguió siendo más frecuentes que el del látigo para castigar a los esclavos, principalmente porque es segundo es mucho más brutal que los dos primeros y se corre el riesgo de matar al sujeto, algo que habría supuesto una pérdida económica para el amo.
    Espero haber resulto tus dudas.
    Un abrazo y espero verte por aquí muchas más veces.

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  3. Laura, gracias por tu respuesta!,me ha quedado claro, la duda se me origino porque lo tenia asimilado como un instrumento muy propio de ellos, ya que no hay película serie o relato de romanos donde no aparezca a la vista el látigo, que pensé que podían ser los inventores.

    Otro Abrazo y continuare siguiéndote!.

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