Para esta segunda reseña en Los Fuegos de Vesta he escogido uno de esos muchos libros que, durante la facultad, alguien me impuso como lectura obligatoria -lo que no es en inicio, admitidlo, una buena presentación para ningún libro-, que abrí con bastante recelo y que, finalmente, a pesar de sus muchas carencias y de que no cumplió con todas mis expectativas -creo que tuve que leer tres o cuatro libros más sobre el mismo tema-, reconozco que disfruté como una niña. Hablo de Crueldad y Civilización: los Juegos Romanos, del historiador Roland Auguet, publicado en 1970. De tendencia positivista, la obra está plagada, pese a su brevedad -ocupa menos de 180 páginas-, de descripciones minuciosas y, en extremo, detalladas de todo tipo: armamento y técnicas de combate gladiatorio, el reclutamiento y entrenamiento, la organización del ludus, el cuidado de los caballos y de las cuadrigas, la morfología de los edificios de juegos, la forma de caza, la actitud del público, las distintas variedades de suplicio, etc. hasta caer en ocasiones en la pura y simple reconstrucción literaria. Si lo que buscas en una obra que te haga sentir como si estuvieras sentado en las gradas de un anfiteatro, viviendo en un ludus, o dando una vuelta por los subterráneos, éste es tu libro. Si buscas algo más complejo, tendrás que leer ésta y otra obra: Crueldad y Civilización es, en definitiva, una extensa concatenación de hechos muy concretos, que apenas son interpretados y que relegan a un segundo plano la realidad social, política y
económica en que se encuadran los juegos romanos, que sólo hallamos
en referencias muy breves si las comparamos con las extensas
reconstrucciones de los combates de gladiadores o del transcurso de
una carrera en el circo. El libro tiene, además,
otra grave carencia, que el mismo autor reconoce en el prólogo de la
obra: no sólo se centra en los juegos del anfiteatro y del circo,
dejando sin tratar ningún aspecto del teatro, el otro gran
espectáculo de Roma, sino que ignora igualmente muchos otros
aspectos, como cuales eras las fiestas que suponían la celebración
de dichos espectáculos o su desarrollo posterior a Domiciano,
excusándose en la brevedad con la que ha tenido que redactar su
obra.
Dicha obra está dividida
en ocho capítulos, tras una breve introducción donde el autor
reflexiona sobre el sentido de la crueldad romana, que, aunque
considera desmedida, no era gratuita, sino calculada, ya que la
muerte de una persona, ya fuera esclavo, campesino o soldado, romano
o enemigo, podía suponer pérdida de riqueza, y por tanto la
crueldad solo podía responder a actos muy programados para tener
sometidos a los pueblos conquistados o para contentar a una masa de
población dedicada al ocio, que podía rebelarse en cualquier
momento contra el poder establecido.
El primer capítulo está
dedicado al desarrollo histórico de los juegos gladiatorios desde
sus inicios como rito funerario importado de Etruria en el s. III a.
C., hasta convertirse en un espectáculo para diversión de las masas
desvirtuado ya su significado original; dentro de ese contexto, nos
habla de su organización a lo largo del tiempo, que en inicio giraba
en torno a dos personajes: el editor y el lanista; el primero era
quién financiaba los juegos, primero aristócratas, hasta su
monopolización por el emperador, pero siempre con los mismos fines:
propaganda, publicidad y búsqueda del favor del pueblo; el lanista,
por su parte, era el encargado del reclutamiento, entrenamiento y
mantenimiento del gladiador, y, por tanto, era a él a quién se
alquilaban los gladiadores Editor y lanista podían ser la misma
persona tal como ocurre con el princeps en el Imperio, quién
construirá ludi, o cuarteles de gladiadores en todas las
provincias, situando al frente a un funcionario de origen equite,
el procurador. El capítulo finaliza con una larga descripción del
Coliseo.
El segundo capítulo gira
en torno al desarrollo de los juegos, describiendo el desfile previo,
el sorteo y el examen previo de las armas, la ejecución del
gladiador derrotado, la retirada del cadáver…al tiempo que nos
describe las distintos tipos de gladiadores mediante la
reconstrucción literaria de los combates entre 2 de ellos: primero
el tracio contra el hoplomachus, después el secutor contra el
reciario…, y, en definitiva, de las quince variedades de
gladiadores que han sido mal identificadas hasta ahora, junto a la
mención de las categorías de las que sólo conocemos el nombre, de
las variantes locales y las posibles subcategorías.
Con ello, nos muestra
toda la lógica interna, y el desarrollo casi rutinario, de estos
combates, donde nada quedaba al azar y todo estaba ya establecido de
antemano. Finalmente, tras una nueva descripción de esos aspectos
del anfiteatro no mencionados en el capítulo anterior, nos habla de
los otros espectáculos dados en el anfiteatro, como naumaquias,
ejecución de los condenados o venationes, que desarrollará de forma
más extensa en otros capítulos. De hecho, ya en el capítulo
tercero habla de este último.
La venatio o cacería de
fieras, de las que se distinguen cuatro tipos: exhibición, cacería,
ejecución y lucha de fieras. Era un tipo de espectáculo menos
rígido, más predispuesto a la introducción de novedades, que los
juegos gladiatorios. De su organización nos habla a lo largo de dos
capítulos, tercero y cuatro, estando dedicado este último a la
procedencia de los animales utilizados, y a las formas de caza,
transporte, doma y cuidado de estos, mientras que el tercero describe
el espectáculo en sí y todo lo concerniente al mismo: los lugares
de celebración, los sistemas de seguridad, el personal implicado,
posibles innovaciones. Como en el caso de los gladiadores, también
es difícil distinguir las diferencias entre venatores, bestiarii y
otros tipos de los que sólo conocemos el nombre El capítulo
finaliza con una extensa y detallada descripción de todo lo
concerniente a los condenados a las fieras, y con ello, de las
persecuciones a los cristianos.
Con el capítulo quinto
entramos en el mundo del circo. Como en los casos anteriores, es,
nuevamente, una extensa y detallada descripción de la organización
de las carreras, la morfología del edificio del circo, las facciones
y su importancia, la relevancia de los caballos…con una destacada
excepción: el capítulo quinto contiene los dos únicos epígrafes
sobre aspectos religiosos y económicos relacionados con estos juegos
de todo el libro, que en caso de los gladiadores quedaron reducidos a
simples menciones, muy rápidas, sobre tres aspectos: su origen
funerario, la frecuencia de las apuestas, y lo costoso de la
realización del combate. Dichos epígrafes nos hablan de la
relevancia económica de las facciones, que eran quienes poseían
todo el monopolio de las carreras del cisco, y de todo el simbolismo
que encerraba el edificio del circo como una posible representación
del universo, así como el origen de las carreras como una forma de
culto.
El capítulo quinto
además desarrolla, junto al sexto, los aspectos sociales relativos a
las carreras del circo y los juegos celebrados en el anfiteatro. Sin
embargo, se centra únicamente en el fanatismo del público, el
origen y consideración social de los gladiadores, los venatores o
los aurigas, el destino miserable de estos, etc., pero centrándose
principalmente en la anécdota, en aspectos sentimentales que puedan
provocar bien el morbo o bien la lástima, sin intentar darles una
mínima interpretación: nos habla muy extensamente de la pasión que
sentían las mujeres por un gladiador, con varios ejemplos; también
tenemos varios ejemplos de cómo el favor de los emperadores se
convertía, a veces, en una condena; de los celos profesionales de
los aurigas, con engañas durante la carrera que podían provocar la
muerte del contrario….
Pero incluso esta pequeña
relación de varios aspectos sociales vinculados a los juegos romanos
queda, de nuevo, relegada a un segundo lugar frente a nuevas
descripciones de aspectos no tratados en los capítulos anteriores,
como el entrenamiento de gladiadores, venatores y aurigas y sus
fases, la procedencia de estos, la morfología del ludus, condiciones
para la liberación o el reclutamiento, o el entierro.
El libro finaliza con los
capítulos séptimo y sexto, donde el autor se aparta de la temática
general de esta obra para recoger, en el capítulo séptimo, las
opiniones de los intelectuales romanos, cristianos o paganos, sobre
los juegos gladiadores, así como para mencionar, por primera y
última vez, la importancia política de dichos juegos, aunque sólo
como plataforma para la expresión de opinión del pueblo o como
forma de control de las masas, pero únicamente durante el imperio.
El libro finaliza sumergiéndose en la mención, descripción e
historia de los anfiteatros que aún se conservan en Francia.
Gracias, doña Laura, muy buena reseña. Lo he encontrado de segunda mano y lo leeré cuando termine los que tengo pendientes. Y muy bonito y bien presentado su blog.
ResponderEliminar