Política interna. El gobierno de
los libertos.
Las fuentes consideran que Claudio
gobernó con acierto, apoyándose en las viejas instituciones; de ahí
que solo revistiera el consulado en cuatro ocasiones, así como la
censura, una magistratura ya en desuso, y rechazara el título de
emperador. Abolió muchas de las medidas de Calígula, favoreciendo
el regreso de los exiliados, e intentó cimentar su poder -débil
debido al hecho de haber sido elegido por los pretorianos y no por
los senadores, y a no pertenecer directamente a la dinastía de
Augusto- mediante la exaltación de su familia, destacando el uso del
nombre familiar de Germanicus, con el que fue principalmente conocido su hermano, y las continuas referencias a su padre
Druso el Mayor, con lo que intentó atraerse parte de la reputación,
prestigio y popularidad de ambos, junto a la divinización de su
abuela Livia. De su gobierno se ha destacado
principalmente el hecho de que dejara la administración del Imperio
en manos de libertos imperiales, a los que Claudio consideraba más
capaces y fieles que senadores y equites, ya que únicamente le
debían a él su fortuna. La medida, que ya había sido ensayada bajo
Calígula, situaba a cada uno de estos libertos al frente de diversas
oficinas: Oficina ab epistulis (Narciso, secretario, el más influyente de los libertos imperiales); Oficina a rationibus o secretario de finanzas (Antonio Pallante); Oficina a libellus, que atendía
las peticiones al emperador (Julio Calixto); Oficina a cognitionibus , que preparaba los juicios ante el emperador; y Oficina a studis o consejero
cultural (Polibio). Estos libertos hablaban y actuaban en
nombre del emperador y en muchas ocasiones desempeñaron funciones
anteriormente reservadas a los magistrados. En reconocimiento por su
trabajo y por su lealtad, Claudio les concedió los ornamenta praetoria o
consularia, las insignias de altos cargos y grandes recompensas
económicas, llegándose a calcular la fortuna de Narciso en 400
millones de sestercios. La preferencia de Claudio por sus
libertos en detrimento de senadores y equites, y las recompensas que
concedió a los mismos, causaron un gran escándalo y generaron
constantes críticas, ya que la Lex Vistilia, aprobada bajo Tiberio,
prohibía a los libertos el acceso a las magistraturas, incluso municipales, a pesar de lo cual los libertos de Claudio asumían prerrogativas de altos
cargos del gobierno de Roma.
En cuanto a las relaciones con el
Senado, hubo una política contradictoria por parte de Claudio. Se
produjo un retorno a las prácticas de Augusto, con el entendimiento
y colaboración con el Senado, traslucido en el revestimiento de la
censura o la importancia dada al debate libre. Pero también hubo al
mismo tiempo cierta hostilidad producida por la importancia dada a
los libertos imperiales, junto a otras medidas tales como castigar el
absentismo, hacer las sesiones obligatorias y, sobre todo, la lectio
senatus realizada por Claudio como censor, que supuso la
expulsión del Senado de varios de sus miembros para ser sustituidos
por otros nombrados por Claudio, principalmente provinciales.
Economía y Religión.
En economía, continúa la división
entre el fiscus Caesaris y el Aerarium; el primero,
bajo control de Pallante, recibía las contribuciones provinciales,
mientras que el Aerarium estaba supervisado por el Senado a
través de los pretores. Claudio establece que éste último habrá
de ser vigilado por antiguos cuestores elegidos por el emperador, es
decir en última estancia se encontrará también bajo su poder A
partir de este momento, y hasta 50 años después, fiscus y
Aerarium no se diferenciarán. Este nuevo aporte de dinero
permitiría a Claudio realizar gran cantidad de obras públicas, como
por ejemplo la construcción de dos nuevos acueductos -el Aqua
Claudia y el Aqua Nova-, para mejorar las condiciones higiénicas;
unos horrea o almacenes de grano; la desecación del lago Fucino, que
permitiría ampliar las tierras cultivables; el Porticus Minucia
frumentaria, dónde la plebe recogía su asignación de trigo gratis;
o la construcción de un nuevo puerto para Roma, el Portus Augusti.
En cuanto a la política religiosa,
regresó a los principios de Augusto, obviando la implantada por su
sobrino Calígula. Sin embargo, debido a la tradición helenística,
Claudio no pudo evitar ser adorado como dios en vida en Oriente, así
como en la colonia de Camoludunum (actual Colchester), en la recién
creada provincia de Britania. En lo demás, regresó al culto
tradicional, demostrando mucho interés por prácticas arcaicas, de
ahí el retorno de la aruspicina o adivinación etrusca, y la
celebración de ceremonias como el augurium salutis, celebrada rara
vez para pedir a los dioses por la salud del pueblo romano. Este
refuerzo de la religión tradicional se debe quizás al peligro que
suponían para ella las religiones orientales, en pleno auge, lo que
explicaría las expulsión de judíos y astrólogos en el año 52.
Así mismo, reformó el calendario, eliminando varias fiestas, y
prohibió el culto druídico en la Galia.
Política exterior.
Su política exterior se reduce a la
conquista de parte de la isla de Britania. Parece que su intención
era culminar los intentos anteriores de Julio César y Calígula, o
bien reafirmar su posición como emperador con un gran triunfo
militar que le colocara a la altura de su padre Druso el Mayor y su
hermano Germánico, que constituiría además la primera conquista
desde época de Augusto. Claudio sería recompensado por el Senado
con la concesión del triunfo, el título de Britannicus y dos arcos
triunfales. Sin embargo, la importancia dada a Britania hizo
descuidar Oriente, donde se produjeron varias revueltas contra el
poder romano.
Últimos escándalos y muerte.
Dejando a parte los mitos que aún
hoy envuelven la figura de la tercera esposa de Claudio, lo cierto es
que Valeria Mesalina, al menos treinta y cinco años más joven que su
marido, llegó al poder a una edad muy temprana -tendría alrededor
de veinte años en el momento de su muerte- y se vio corrompida sin
duda por él. Actualmente se baraja la posibilidad de que fuese manipulada por los
libertos imperiales en la toma de decisiones debido a su influencia
sobre Claudio, y se justifican algunas de sus acciones como un
intento de asegurar la sucesión al Imperio para su hijo Británico. Su final se produciría en el año
48, momento en que Mesalina contrajo matrimonio con Cayo Silio,
cónsul de ese año, en una ceremonia pública, mientras Claudio
todavía se encontraba en Ostia. Las fuentes discrepan sobre si se
divorció en primer lugar del emperador o fue un caso de bigamia. Al
parecer, la intención de Silio era usurpar el poder de Claudio
mediante el matrimonio con su esposa, para lo que convenció a
Mesalina de que Claudio estaba condenado y su unión era la única
forma de retener su cargo de emperatriz y proteger a sus hijos, a los
que Silio incluso se ofreció a adoptar. La conspiración acabaría
con la ejecución de Silio, Mesalina y la mayoría de sus
partidarios. Claudio, sin embargo, no tardaría en
volver a casarse. Las fuentes antiguas cuentan que los libertos
presentaron al emperador tres posibles candidatas: Lolia Paulina,
antigua esposa de Calígula; Elia Petina, segunda mujer de Claudio; y
Agripina la Menor, su propia sobrina, quién acabaría siendo la
elegida, obligando al Senado a emitir un decreto que autorizara las
bodas entre tío y sobrina. Esta nueva boda parece ser que se
debió a razones políticas. El intento de golpe de Estado de Silio
hizo a Claudio darse cuenta de su debilidad como miembro de la
familia Claudia pero no de la Julia, y de la necesidad de contar con
el apoyo de Agripina, ya la última descendiente directa de Augusto,
para evitar nuevas conspiraciones, que además podían surgir entre
sus partidarios. Otros autores por su parte defienden que el
matrimonio pudo haber sido impuesto por el Senado como un intento de
reconciliar a las ramas Julia y Claudia, en lucha desde época de
Tiberio. La boda con su sobrina Agripina, hija
de su hermano Germánico, supondría la adopción por parte de
Claudio del hijo de ésta, Lucio Domincio Ahenobarbo, con el nombre
de Nerón Claudio César, en detrimento de su propio hijo Británico.
Ambos serían nombrados herederos conjuntos por Claudio, sin embargo,
a su muerte, el 13 de octubre de 54 -ya fuese envenenado o a causa de
su vejez, pues ya tenía más de sesenta años-, la candidatura de
Nerón no tardaría en imponerse. Claudio no tardaría en ser
divinizado, construyéndose un templo en su honor en la colina Celia.
*Fotografía 1: Carboncillo de un busto de Claudio
*Fotografía 2: Claudio divinizado asimilado a Júpiter
*Fotografía 3: Escultura de Mesalina con su hijo Británico
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