martes, 4 de agosto de 2015

La Guerra Civil: César o Pompeyo

La decisión de César de invadir Italia de inmediato -ver artículo anterior El primer triunvirato- tenía el propósito de utilizar en su favor el factor sorpresa1. Los planes estratégicos de Pompeyo, por el contrario, se basaban en el abandono de Italia. Su propósito era trasladar la guerra a Oriente, donde gracias a sus anteriores campañas militares -ver artículo anterior La era de Pompeyo Magno- contaba con numerosas clientelas desde Egipto hasta Grecia, y reunir allí, gracias a ellas, tropas y recursos con los que reconquistar Italia, como ya había hecho anteriormente Sila; mientras, su ejército de Hispania, dirigido por sus legados, Afranio y Varrón, atacaría al mismo tiempo a César por la retaguardia. Dispuesto esto, Pompeyo, seguido de los cónsules y de gran número de senadores, embarcó con sus tropas rumbo a Dirraquio, en la costa de Epiro, sin que César, pese a sus esfuerzos, llegara a tiempo de impedirlo2.
Ante la alternativa de perseguir a Pompeyo, que en estos momentos apenas tenía tropas, o enfrentar al ejército pompeyano de Hispania, se decidió por la segunda posibilidad. Pero antes se detuvo unos días en Roma, donde se apoderó del tesoro público3 y repartió los mandos y los objetivos: el Ilírico y la Galia cisalpina fueron encomendados, respectivamente, a Cayo Antonio y a Publio Craso, el hijo del “triunviro”; Cornelio Dolabela, en el mar Adriático, y Quinto Hortensio, en el Tirreno, recibieron la orden de construir y de adiestrar sendas flotas; Escribonio Curión fue encargado, por último, de ocupar militarmente la provincia de África.
Tras esto, César marchó hacia Hispania4, pero en su camino hubo de poner asedio a Marsella, que se había declarado a favor de Pompeyo. Pero, sin esperar al resultado de las operaciones militares, que entregó a su legado Trebonio, continuó la marcha hasta Lérida. Cerca de la ciudad acampaban ya las tropas de los legados de Pompeyo, Petreyo y Afranio, mientras que los soldados del tercer legado, Varrón, seguían en la retaguardia, al sur del Guadiana. La campaña de Lérida, sorprendentemente, concluyó con la capitulación de las tropas enemigas sin presentar batalla. Poco después, también se entregaba el ejército de Varrón, mientras Trebonio lograba la rendición de Marsella. Sin embargo, en contrapartida, se perdía el ejército de África gracias a la ayuda pompeyana prestada al rey Juba de Numidia; la flota de Dolabela era derrotada en el Tirreno; y Cayo Antonio capituló en el Ilírico.
Con todo, el occidente podía considerarse sometido a César, lo que permitía a éste ir en la busca de Pompeyo. Pero antes, se detuvo, de nuevo, en la ciudad de Roma, con el propósito de legalizar y de afirmar su posición política. Nombrado por primera vez dictador5, celebró elecciones -en las que se le eligió como cónsul-, y aprobó una serie de propuestas, sobre todo en materia económica, dándoles, además, la ciudadanía a las comunidades de la Galia transpadana. En los últimos días de diciembre, César depuso la dictadura y como cónsul cruzó por fin el Adriático tras Pompeyo.
Los primeros combates entre las fuerzas cesarianas y las pompeyanas tuvieron lugar en la costa de Epiro, y finalizaron con la victoria de las últimas, lo que obligó a César a retirarse hacia Tesalia, tomando posiciones en la llanura de Farsalia6. El 9 de agosto tuvo lugar la batalla decisiva, favorable a César, que no pudo evitar, sin embargo, que Pompeyo huyera hacia Egipto. El último de los reinos helenísticos, surgidos tras la muerte de Alejandro Magno, seguía existiendo a duras penas gracias a la tolerancia y la protección de Roma. A la llegada de Pompeyo, se encontraba sumido en su propia guerra civil entre los herederos al trono, hijos de Ptolomeo XII Auletes, Ptolomeo XIII y Cleopatra VII Filópator. La camarilla que rodeaba a Ptolomeo XIII había logrado expulsar a Cleopatra, que se había refugiado en Petra y allí se preparaba con un pequeño ejército para recuperar el trono. En esta situación, la petición de ayuda de Pompeyo no podía ser más inoportuna; además, aunque eran sus clientes, temían enemistarse con el vencedor César. Por todo ello, decidieron asesinar a Pompeyo7.
Tres días después, el propio César llegaba a Alejandría, donde conoció la noticia de la muerte de su rival. Pero, en vez de marcharse, aprovechó su estancia en la capital de Egipto para intentar obtener ciertas ventajas materiales y políticas, exigiendo el pago de las sumas prestadas a Ptolomeo Auletes e invitando a los hermanos a compartir pacíficamente el trono La respuesta del consejo de Ptolomeo XIII no se hizo esperar: César y sus reducidas tropas, junto a Cleopatra, fueron asediadas dentro del palacio real, de donde sólo podrían salir tras la llegada de refuerzos, solicitados a los reinos clientes de Siria y Asia Menor. El campamento real fue asaltado inmediatamente, Ptolomeo XIII murió en la huida, sus consejeros fueron ejecutados y Cleopatra fue restituida en el trono8.
Pero César, superado el problema egipcio, no pudo concentrarse en eliminar a los últimos restos del ejército senatorial establecido en África pues uno de los hijos de Mitrídates VI, Farnaces, aprovechó la situación en la que se encontraba César en Egipto para invadir el Ponto. A través de Judea y Siria, César alcanzó a Farnaces en Zela y lo derrotó en una rápida campaña9.
Mientras en Roma, en septiembre del año 48 César había vuelto a ser nombrado dictador con Marco Antonio como su magister equitum10. El uso tiránico que Antonio hizo de su cargo provocó diversos disturbios, hasta el punto de que el Senado se vio obligado a declarar un nuevo estado de excepción, que Antonio convirtió en un auténtico régimen de terror, mientras que los veteranos del ejército de César, acantonados en Campania para la próxima campaña de África, se rebelaban. Así pues, César, en su tercera visita a Roma, a su regreso a Oriente, hubo de hacer frente a la crisis económica -una de las causas de los disturbios- mientras buscaba desesperadamente recursos para financiar la guerra de África y calmaba a los veteranos. Así mismo, se preocupó de estabilizar el gobierno: completó el Senado con nuevos miembros y dirigió las elecciones, donde de nuevo, por tercera vez, fue elegido como cónsul para el 46, y depuesta la dictadura, partió por fin hacia África11.
El ejército senatorial de África estaba compuesto por nada menos que catorce legiones dirigidas por los principales representantes de la factio optimate y el rey Juba de Numidia, nombrándose como el comandante en jefe a Metelo Escipión; Catón, por su parte, fue encargado de defender Útica. César, por el contrario, contaba con la ayuda del rey Bocco de Mauritania, y, tras la llegada de refuerzos, logró masacrar a la mayor parte de las fuerzas senatoriales en Thapsos, el 6 de abril del 46. Tras la derrota sólo quedaba la plaza fuerte de Útica, que se mostró muy dispuesta a capitular, por lo que Catón, “el último republicano”, prefirió suicidarse antes de rendirse a César12. Otros líderes optimates tampoco tuvieron mejor suerte: Escipión murió ahogado, Afranio y Fausto Sila fueron ejecutados por orden de César, Petreyo y el rey Juba de Numidia se dieron muerte el uno al otro... sólo un reducido grupo, en el que se hallaban los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto, consiguió huir a Hispania Ulterior.
La provincia, sometida por César al inicio de la guerra civil, se había rebelado contra el gobierno de su inexperto legado, Casio Longino, por lo que, cuando llegaron los restos del ejército senatorial al mando de Cneo Pompeyo, las ciudades le abrieron las puestas. La guerra13 se desarrolló en una larga sucesión de asedios a las ciudades, incendios, saqueos y represalias contra la población civil, hasta que, el 17 de marzo del 45, César derrotó definitivamente al ejército enemigo en Munda.
Así terminaban, por fin, cuatro largos años de guerra civil.
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1 Plutarco, Vida de César, XXXII
2 “Dueño de Italia en sesenta días, sin haber derramado ni una sola gota de sangre” Plutarco, Vida de César, XXXII
3 “Se le opuso el tribuno de la plebe, Metelo, a que tomara caudales del tesoro de la República, y cómo alegase a ese propósito ciertas leyes, (César) le respondió: Que uno era el tiempo de las armas y otro el de las leyes (…) Al mismo tiempo que dirigía estas expresiones a Metelo se encaminaba a las puertas del Erario y no apreciendo las llaves (César) mandó llamar a cerrajeros a quienes dio la orden de que la franquearan; y cómo Metelo volviese a hacer resistencia le amenazó en voz alta que le quitaría la vida si no desistía de incomodarle” Plutarco, Vida de César, XXXV. El hecho de que César tratara con tanta violencia a un tribuno, cuando había declarado que iniciaba la guerra para proteger la libertad tribunicia, demostró que dicho motivo era solo un pretexto
4 Plutarco, Vida de César, XXXII; Suetonio, Cayo Julio César, XXXIV
5 Plutarco, Vida de César, XXXVII
6 Plutarco, Vida de César, XLII-XLV; Suetonio, Cayo Julio César, XXXV
7 Plutarco, Vida de César, XLVIIII
8 Plutarco, Vida de César, XLVIII-XLIX; Suetonio, Cayo Julio César, XXXV
9 Plutarco, Vida de César, L; Suetonio, Cayo Julio César, XXXV
10 Plutarco, Vida de César, LI
11 Plutarco, Vida de César, LII-LIII
12 Plutarco, Vida de César, LIV

13 Plutarco, Vida de César, LVI
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*Fotografía 1: Vista del templo de Saturno, en el Foro de Roma, donde se custodiaba el tesoro público.
*Fotografía 2: Vista de la llanura de Farsalia, donde tuvo lugar el enfrentamiento definitivo entre César y Pompeyo
*Fotografía 3: Retrato de Cleopatra VII Filópator en una moneda acuñada durante su reinado

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