La decisión de César
de invadir Italia de inmediato -ver artículo anterior El primer triunvirato- tenía el propósito de utilizar en su
favor el factor sorpresa1.
Los planes estratégicos de Pompeyo, por el contrario, se basaban en
el abandono de Italia. Su propósito era trasladar la guerra a
Oriente, donde gracias a sus anteriores campañas militares -ver artículo anterior La era de Pompeyo Magno- contaba con numerosas clientelas desde Egipto hasta
Grecia, y reunir allí, gracias a ellas, tropas y recursos con los
que reconquistar Italia, como ya había hecho anteriormente Sila;
mientras, su ejército de Hispania, dirigido por sus legados, Afranio
y Varrón, atacaría al mismo tiempo a César por la retaguardia.
Dispuesto esto, Pompeyo, seguido de los cónsules y de gran número
de senadores, embarcó con sus tropas rumbo a Dirraquio, en la costa
de Epiro, sin que César, pese a sus esfuerzos, llegara a tiempo de
impedirlo2.
Ante la alternativa de
perseguir a Pompeyo, que en estos momentos apenas tenía tropas, o
enfrentar al ejército pompeyano de Hispania, se decidió por la
segunda posibilidad. Pero antes se detuvo unos días en Roma, donde
se apoderó del tesoro público3
y repartió los mandos y los objetivos: el Ilírico y la Galia
cisalpina fueron encomendados, respectivamente, a Cayo Antonio y a
Publio Craso, el hijo del “triunviro”; Cornelio Dolabela, en el
mar Adriático, y Quinto Hortensio, en el Tirreno, recibieron la orden
de construir y de adiestrar sendas flotas; Escribonio Curión fue
encargado, por último, de ocupar militarmente la provincia de
África.
Tras esto, César
marchó hacia Hispania4,
pero en su camino hubo de poner asedio a Marsella, que se había
declarado a favor de Pompeyo. Pero, sin esperar al resultado de las
operaciones militares, que entregó a su legado Trebonio, continuó
la marcha hasta Lérida. Cerca de la ciudad acampaban ya las tropas de
los legados de Pompeyo, Petreyo y Afranio, mientras que los soldados
del tercer legado, Varrón, seguían en la retaguardia, al sur del
Guadiana. La campaña de Lérida, sorprendentemente, concluyó con la
capitulación de las tropas enemigas sin presentar batalla. Poco
después, también se entregaba el ejército de Varrón, mientras
Trebonio lograba la rendición de Marsella. Sin embargo, en
contrapartida, se perdía el ejército de África gracias a la ayuda
pompeyana prestada al rey Juba de Numidia; la flota de Dolabela era
derrotada en el Tirreno; y Cayo Antonio capituló en el Ilírico.
Con todo, el occidente
podía considerarse sometido a César, lo que permitía a éste ir en
la busca de Pompeyo. Pero antes, se detuvo, de nuevo, en la ciudad de
Roma, con el propósito de legalizar y de afirmar su posición
política. Nombrado por primera vez dictador5,
celebró elecciones -en las que se le eligió como cónsul-, y aprobó
una serie de propuestas, sobre todo en materia económica, dándoles,
además, la ciudadanía a las comunidades de la Galia transpadana. En
los últimos días de diciembre, César depuso la dictadura y como
cónsul cruzó por fin el Adriático tras Pompeyo.
Los primeros combates
entre las fuerzas cesarianas y las pompeyanas tuvieron lugar en la
costa de Epiro, y finalizaron con la victoria de las últimas, lo
que obligó a César a retirarse hacia Tesalia, tomando posiciones en
la llanura de Farsalia6.
El 9 de agosto tuvo lugar la batalla decisiva, favorable a César,
que no pudo evitar, sin embargo, que Pompeyo huyera hacia Egipto. El
último de los reinos helenísticos, surgidos tras la muerte de
Alejandro Magno, seguía existiendo a duras penas gracias a la
tolerancia y la protección de Roma. A la llegada de Pompeyo, se
encontraba sumido en su propia guerra civil entre los herederos al
trono, hijos de Ptolomeo XII Auletes, Ptolomeo XIII y Cleopatra VII
Filópator. La camarilla que rodeaba a Ptolomeo XIII había logrado
expulsar a Cleopatra, que se había refugiado en Petra y allí se
preparaba con un pequeño ejército para recuperar el trono. En esta
situación, la petición de ayuda de Pompeyo no podía ser más
inoportuna; además, aunque eran sus clientes, temían enemistarse
con el vencedor César. Por todo ello, decidieron asesinar a
Pompeyo7.
Tres días después, el
propio César llegaba a Alejandría, donde conoció la noticia de la
muerte de su rival. Pero, en vez de marcharse, aprovechó su estancia
en la capital de Egipto para intentar obtener ciertas ventajas
materiales y políticas, exigiendo el pago de las sumas prestadas a
Ptolomeo Auletes e invitando a los hermanos a compartir pacíficamente
el trono La respuesta del consejo de Ptolomeo XIII no se hizo
esperar: César y sus reducidas tropas, junto a Cleopatra, fueron
asediadas dentro del palacio real, de donde sólo podrían salir tras
la llegada de refuerzos, solicitados a los reinos clientes de Siria y
Asia Menor. El campamento real fue asaltado inmediatamente, Ptolomeo
XIII murió en la huida, sus consejeros fueron ejecutados y Cleopatra
fue restituida en el trono8.
Pero César, superado
el problema egipcio, no pudo concentrarse en eliminar a los últimos
restos del ejército senatorial establecido en África pues uno de
los hijos de Mitrídates VI, Farnaces, aprovechó la situación en la
que se encontraba César en Egipto para invadir el Ponto. A través
de Judea y Siria, César alcanzó a Farnaces en Zela y lo derrotó en
una rápida campaña9.
Mientras en Roma, en
septiembre del año 48 César había vuelto a ser nombrado dictador
con Marco Antonio como su magister equitum10.
El uso tiránico que Antonio hizo de su cargo provocó diversos
disturbios, hasta el punto de que el Senado se vio obligado a
declarar un nuevo estado de excepción, que Antonio convirtió en un
auténtico régimen de terror, mientras que los veteranos del
ejército de César, acantonados en Campania para la próxima campaña
de África, se rebelaban. Así pues, César, en su tercera visita a
Roma, a su regreso a Oriente, hubo de hacer frente a la crisis
económica -una de las causas de los disturbios- mientras buscaba
desesperadamente recursos para financiar la guerra de África y
calmaba a los veteranos. Así mismo, se preocupó de estabilizar el
gobierno: completó el Senado con nuevos miembros y dirigió las
elecciones, donde de nuevo, por tercera vez, fue elegido como cónsul
para el 46, y depuesta la dictadura, partió por fin hacia África11.
El ejército senatorial
de África estaba compuesto por nada menos que catorce legiones
dirigidas por los principales representantes de la factio
optimate y el rey Juba de Numidia, nombrándose como el
comandante en jefe a Metelo Escipión; Catón, por su parte, fue
encargado de defender Útica. César, por el contrario, contaba con la
ayuda del rey Bocco de Mauritania, y, tras la llegada de refuerzos,
logró masacrar a la mayor parte de las fuerzas senatoriales en
Thapsos, el 6 de abril del 46. Tras la derrota sólo quedaba la plaza
fuerte de Útica, que se mostró muy dispuesta a capitular, por lo
que Catón, “el último republicano”, prefirió suicidarse antes
de rendirse a César12.
Otros líderes optimates tampoco tuvieron mejor suerte:
Escipión murió ahogado, Afranio y Fausto Sila fueron ejecutados por
orden de César, Petreyo y el rey Juba de Numidia se dieron muerte el
uno al otro... sólo un reducido grupo, en el que se hallaban los
hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto, consiguió huir a Hispania Ulterior.
La provincia, sometida
por César al inicio de la guerra civil, se había rebelado contra el
gobierno de su inexperto legado, Casio Longino, por lo que, cuando
llegaron los restos del ejército senatorial al mando de Cneo
Pompeyo, las ciudades le abrieron las puestas. La guerra13
se desarrolló en una larga sucesión de asedios a las ciudades,
incendios, saqueos y represalias contra la población civil, hasta
que, el 17 de marzo del 45, César derrotó definitivamente al
ejército enemigo en Munda.
Así terminaban, por
fin, cuatro largos años de guerra civil.
_________
1
Plutarco, Vida de César, XXXII
2
“Dueño de Italia en sesenta días, sin haber derramado ni una
sola gota de sangre” Plutarco, Vida de César, XXXII
3
“Se le opuso el tribuno de la plebe, Metelo, a que tomara caudales
del tesoro de la República, y cómo alegase a ese propósito
ciertas leyes, (César) le respondió: Que uno era el tiempo de las
armas y otro el de las leyes (…) Al mismo tiempo que dirigía
estas expresiones a Metelo se encaminaba a las puertas del Erario y
no apreciendo las llaves (César) mandó llamar a cerrajeros a
quienes dio la orden de que la franquearan; y cómo Metelo volviese
a hacer resistencia le amenazó en voz alta que le quitaría la vida
si no desistía de incomodarle” Plutarco, Vida de César, XXXV.
El hecho de que César tratara con tanta violencia a un tribuno,
cuando había declarado que iniciaba la guerra para proteger la
libertad tribunicia, demostró que dicho motivo era solo un pretexto
4
Plutarco, Vida de César, XXXII;
Suetonio, Cayo Julio César, XXXIV
5
Plutarco, Vida de César, XXXVII
6
Plutarco, Vida de César, XLII-XLV;
Suetonio, Cayo Julio César, XXXV
7
Plutarco, Vida de César, XLVIIII
8
Plutarco, Vida de César, XLVIII-XLIX;
Suetonio, Cayo Julio César, XXXV
9
Plutarco, Vida de César, L;
Suetonio, Cayo Julio César, XXXV
10
Plutarco, Vida de César, LI
11
Plutarco, Vida de César, LII-LIII
12
Plutarco, Vida de César, LIV
13
Plutarco, Vida de César, LVI
__________
*Fotografía 1: Vista del templo de Saturno, en el Foro de Roma, donde se custodiaba el tesoro público.
*Fotografía 2: Vista de la llanura de Farsalia, donde tuvo lugar el enfrentamiento definitivo entre César y Pompeyo
*Fotografía 3: Retrato de Cleopatra VII Filópator en una moneda acuñada durante su reinado
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